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¿Dónde están los dioses? - Ernesto Laureano

—¿Dónde están los dioses? —preguntó el Pequeño, mientras se ocultaba con su familia en la caverna,  de aquella noche de tormenta primordial. Y sus padres le enseñaron como hacer fuego para iluminar su historia pintada en los muros, y a danzar a  los dioses que un día llegaron a ellos y que se fueron con el tiempo de sus ancestros... ...Y fue la mañana del primer día. Luego, el Pequeño preguntó a su tribu: —¿Dónde están los dioses? Y junto con sus padres atravesó un largo invierno en busca de un lugar para sembrar su futuro... ...Y fue la mañana y la tarde del segundo día. Y el Joven preguntó a su pueblo, mientras reía a orillas del río: —¿Dónde están los dioses? Y sus padres le enseñaron a someter a otros pueblos, a otros hombres. Construyó pirámides en los  desiertos, y en las selvas vírgenes construyó ciudades. Aprendió otros cultos y leyendas junto a sabios y  maestros que se perdieron con el tiempo y el viento del olvido... ...Y fue la mañana y la tarde del terce...

Llorando silencio - Eduardo Vaquerizo

No quedaba futuro. Se había agotado entre las dunas amarillas, gastado en intentar arraigar árboles de los que nada quedaba, en crear mares convertidos ahora en inmensas salinas, en criar ciervos que pastasen en llanuras mojadas por la lluvia. No quedaba futuro. Todo el que tenía lo sentía escurrirse entre los dedos, cada milisegundo un granito de arena cosquilleando su piel, resbalando por ella hasta que el viento se lo llevaba. Lo dejaba irse, ¿qué hubiera podido hacer? Solo levantar la cabeza y sentir el desgarrador brillo violeta del sol, una lluvia de radiación desnuda cayendo desde un cielo azul, límpido como la superficie de un metal pulido. Se movió arrastrando los pies, creando surcos paralelos en el polvo amarillo. Ni siquiera sus huellas durarían, el viento las borraría. La decepción no tenía limites, se sentía tan vacía como aquella planicie que  se prolongaba dentro de su pecho hasta nivelar todos los resquicios, todas las memorias y anhelos.    Hubiera llo...

Como timbres de alarma - Robert Moore Williams

El joven guardián, Ve, estaba muy excitado. Había hecho un descubrimiento de tal magnitud que insistía en informar personalmente a Lor, el guardián jefe de aquel sector del universo. Su superior inmediato le dijo que enviara el informe por conducto regular. - Lor lo recibirá a su debido tiempo - dijo su superior -. Esas cosas no corren prisa. Hazlo sin prisas, y todo saldrá bien. Ve no quiso escucharle. El conducto regular era bueno para los informes rutinarios - nivel de radiación de los diversos soles, paso de cometas, explosiones de supernovas, y cosas por el estilo -, pero aquel informe era importante, demasiado importante para que sufriera un retraso. Apeló al antiguo derecho de todos los guardianes a presentar personalmente sus informes a Lor si, al observar los mundos del espacio, notaban algo anormal. Su superior suspiró. Ve era joven e impetuoso. Ve no había aprendido aún a través de la experiencia que todas las cosas suceden a su debido tiempo, y que, en realidad, e...