Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como hielo

Esculturas de Hielo - David B. Silva

  Creí que lo había olvidado. Desde entonces, la primavera, el verano y el otoño han venido y se han marchado, y supongo que me resultó fácil engañarme y creer que el pasado era, por fin, algo que pertenecía a los fríos e imposibles días del ayer. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pero las cosas inconclusas tienen la manía de revolotear alrededor de nuestra vida hasta que ya no podemos pasarlas por alto. Supongo que ésa fue la razón que me hizo revelar el carrete. Supongo que ésa fue la razón por la que no me sorprendió la fotografía que siempre supe que estaría allí. El ayer jamás abandona nuestra alma. Simplemente, finge haberse marchado hasta que está listo para regresar... En verano, Eagle Peak era una suave nube blanca colgada en el centro del universo, en algún punto entre el cielo y la tierra. Si inhalabas aquel aire, te helaba el alma. Si formabas un cuenco con tus manos y bebías el agua de su lago, te recordaba cuán vivo estabas.  Cada soplo era el aroma de pino...

Aire Frío - H.P. Lovecraft

Me pides que explique por qué siento miedo de la corriente de aire frío; por qué tiemblo más que otros cuando entro en un cuarto frío, y parezco asqueado y repelido cuando el escalofrío del atardecer avanza a través de un suave día otoñal.  Están aquellos que dicen que reacciono al frío como otros lo hacen al mal olor, y soy el último en negar esta impresión. Lo que haré está relacionado con el más horrible hecho con que nunca me encontré, y dejo a tu juicio si ésta es o no una explicación congruente de mi peculiaridad. Es un error imaginar que ese horror está inseparablemente asociado a la oscuridad, el silencio, y la soledad. Me encontré en el resplandor de media tarde, en el estrépito de la metrópolis, y en medio de un destartalado y vulgar albergue con una patrona prosaica y dos hombres fornidos a mi lado.  En la primavera de 1923 había adquirido un almacén de trabajo lúgubre y desaprovechado en la ciudad de Nueva York; y siendo incapaz de pagar un alquiler nada consider...

Morozko - Cuento Ruso

Imagen
  Una vez vivía una madrastra que, además de su hijastra, tenía una hija propia. Todo lo que hacía su hija lo daba por bien hecho, y la llamaba "niña juiciosa"; pero su hijastra, por más que se esforzaba en complacerla, todo se lo hacía mal y del revés. Y no obstante, la hijastra era una verdadera alhaja y en buenos manos se hubiera amoldado como la cera; pero, con la madrastra, no hacía más que llorar. ¿Qué podía hacer la pobrecita? Las tempestades se calman, pero los escándalos de una vieja regañona no tienen fin. Encuentra para gritar los pretextos más desatinados y es capaz de empeñarse en que se peine uno los dientes. A la madrastra se le metió en la cabeza echar a la hijastra de casa. - Llévatela -le decía al marido,- llévatela adonde quieras; pero que no la vean mis ojos, que mis oídos no la oigan. No quiero que esté un momento más en el tibio dormitorio de mi propia hija; abandónala en mitad del campo, entre la nieve. El hombre se quejó llorando, pero obedeció y p...