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La bestia se acerca - Margaret Millar

             SE dio la vuelta y vio a Evelyn Merrick acercándosele a través de la recepción, abriéndose paso con dificultad entre la multitud. Ese día, que había cambiado a la señorita Clarvoe, también había hecho lo propio con Evelyn. Ni sonreía ni parecía tan segura de sí misma como cuando se encontraron en la calle. Ahora era una extraña con mala cara y mirada fría que iba vestida de negro, como si estuviese de luto.              —Veo que has leído mi nota.              —Sí —dijo la señorita Clarvoe—. Aquí la tengo.              —Tenemos que hablar.              —Sí, claro que sí, tengo que averiguar cómo he perdido el día, cómo me han pasado los minutos por encima sin tocarme, como pájaros apresurados. ...

El Pescador - John Langan

 Dan frunció el ceño y entreabrió la boca, con todos esos colmillos curvos que se replegaron un momento después. —Tú me hiciste esto —dijo, con la boca ya despejada—. Lo que soy es fruto de tus propias manos. De manera inesperada, una ola de compasión amenazó con cubrirme por completo. Me la tragué. —Lo que tú eres es el resultado de tus propias acciones —le solté—. Ahora vete. —No es tan sencillo —replicó Dan—. He recorrido un largo trecho para verte, Abe, un camino increíblemente largo. No puedes pedirme que me vaya a los dos segundos de haber venido. —No creo que las reglas de la hospitalidad sean extensibles a los monstruos —repuse. —Abe —dijo Dan, con la cara transfigurándose en un semblante inhumano—, estás empezando a herir mis sentimientos. —Dan —exclamé—, vete de aquí. Cualesquiera que fueran las palabras que intentaba articular no conseguían emerger de su boca por la presión de los colmillos. Su habla se volvió gutural, un ruido áspero y chirriante que me rasgaba los oído...

Los tres centavos marcados - Mary Elizabeth Counselman

Todos estuvieron de acuerdo, después que pasó, en que todo el asunto era la idea de una mente retorcida, un ajedrez jugado por un loco, en el que las piezas, en vez de trozos de marfil o de ébano tallados, eran seres humanos. Lo extraño es que nadie dudara de la autenticidad del "concurso". El público no parece haberlo considerado en ningún momento como la jugarreta de un activo bromista, ni siquiera como una maniobra publicitaria. Jeff Haverty, director del News, propuso la teoría de que el asunto pretendía ser un inteligente, aunque bastante bien planeado experimento psicológico, el cual terminaría con la revela­ción de la identidad de su inventor y una gran carcajada de todo el mundo. Tal vez lo que dio al hecho tan amplia trascendencia fue el impactante modo de anunciar. Branton, la ciudad sureña de unos 30.000 habitantes donde aconteció el suceso, des­pertó una mañana de abril con todos sus árboles, postes de teléfono, costados de las casas y frentes de las tiendas c...