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Mostrando las entradas etiquetadas como huir

Correr - George R. R. Martin

Había ocasiones, según los distintos casos, en que Colmer se sentía extrañamente inquieto. Pero nunca sa­bía exactamente el motivo. Constantemente lindaba en el aburrimiento, pero en lo más íntimo de su ser sabía que había algo más. Claro que Colmer era un hombre de recursos. Cuan­do le asaltaba un cambio de humor tenía el remedio a mano. Lo mejor, había descubierto, era volver a la ac­ción. Sus servicios siempre eran muy solicitados. Era un Maestro Sondeador, uno entre el centenar escaso de todo el espacio. A veces, si los clientes no podían abo­nar sus fabulosos honorarios, aceptaba un pago menor. Esto, si el caso era interesante y él se sentía aburrido. Colmer tenía aún otros recursos para las ocasiones en que no hallaba ningún caso. A menudo se mantenía ocupado con juegos, con los amigos y con los deportes. Y con la comida, frecuentemente con la comida. Era un hombre bajito, sosegado, a quien le gustaba mucho co­mer, especialmente cuando estaba de malhumor y no tenía otra cosa ...

Casa Tomada - Julio Cortázar

 Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexp...

Combate Singular - Robert Abernathy

Salió con extremo cuidado de la cámara subterránea y cerró tras él la puerta con llave. Sus tensos nervios le empujaron repentinamente a huir. Subió corriendo la escalera. Tropezó con un peldaño podrido, recuperó a duras penas su equilibrio, y se detuvo, las piernas temblando, jadeante, luchando contra su pánico. Tranquilo. Nada te empuja. Calmosamente, regresó a la puerta y comprobó una vez más la solidez de la maciza cerradura. Se metió la llave en el bolsillo, luego la volvió a sacar con una mueca de disgusto, y la arrojó a la reja metálica que cubría el desagüe. La llave golpeó contra uno de los travesaños y rebotó, reluciente, en el cemento. Febrilmente, como un hombre pateando un escorpión, la empujó hacia la reja. La llave se colgó a uno de los travesaños, osciló durante unos segundos, tintineó contra el metal, y luego desapareció de su vista. Se sentía nuevamente dueño de sus reacciones nerviosas. Subió los peldaños sin girarse, y se detuvo en la embocadura de la desierta c...