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Espacio oscuro - Rober F. Young

    Vivo en una cueva. No tengo nombre. La mayor parte del tiempo la paso durmiendo. Siempre llevo la misma ropa. Camisa roja, pantalones color canela, botas negras. El ruido de algunas piedras en la pronunciada colina que conduce hacia la boca de la cueva me ha despertado. Esto mismo ya ha ocurrido muchas veces. Estoy acostado sobre mi espalda en el suelo de la cueva. Me vuelvo sobre mi estómago, me apoyo sobre las manos y las rodillas y atisbo hacia la entrada de la cueva.  Extrañamente, aunque esta experiencia se ha repetido muchas veces, nunca sé quién es mi visitante hasta que le veo. Es una muchacha. No, en realidad no es una muchacha, sino una mujer, pero pienso en ella como si fuese una muchacha. Nos miramos bajo la luz grisácea y ella está tan sorprendida de verme a mí como lo estoy yo de verla a ella. En ese momento profiere un grito y se lanza colina abajo. Corro detrás de ella. La colina es la pronunciada elevación de un pequeño valle. Los bosqu...

Correr - George R. R. Martin

Había ocasiones, según los distintos casos, en que Colmer se sentía extrañamente inquieto. Pero nunca sa­bía exactamente el motivo. Constantemente lindaba en el aburrimiento, pero en lo más íntimo de su ser sabía que había algo más. Claro que Colmer era un hombre de recursos. Cuan­do le asaltaba un cambio de humor tenía el remedio a mano. Lo mejor, había descubierto, era volver a la ac­ción. Sus servicios siempre eran muy solicitados. Era un Maestro Sondeador, uno entre el centenar escaso de todo el espacio. A veces, si los clientes no podían abo­nar sus fabulosos honorarios, aceptaba un pago menor. Esto, si el caso era interesante y él se sentía aburrido. Colmer tenía aún otros recursos para las ocasiones en que no hallaba ningún caso. A menudo se mantenía ocupado con juegos, con los amigos y con los deportes. Y con la comida, frecuentemente con la comida. Era un hombre bajito, sosegado, a quien le gustaba mucho co­mer, especialmente cuando estaba de malhumor y no tenía otra cosa ...

Combate Singular - Robert Abernathy

Salió con extremo cuidado de la cámara subterránea y cerró tras él la puerta con llave. Sus tensos nervios le empujaron repentinamente a huir. Subió corriendo la escalera. Tropezó con un peldaño podrido, recuperó a duras penas su equilibrio, y se detuvo, las piernas temblando, jadeante, luchando contra su pánico. Tranquilo. Nada te empuja. Calmosamente, regresó a la puerta y comprobó una vez más la solidez de la maciza cerradura. Se metió la llave en el bolsillo, luego la volvió a sacar con una mueca de disgusto, y la arrojó a la reja metálica que cubría el desagüe. La llave golpeó contra uno de los travesaños y rebotó, reluciente, en el cemento. Febrilmente, como un hombre pateando un escorpión, la empujó hacia la reja. La llave se colgó a uno de los travesaños, osciló durante unos segundos, tintineó contra el metal, y luego desapareció de su vista. Se sentía nuevamente dueño de sus reacciones nerviosas. Subió los peldaños sin girarse, y se detuvo en la embocadura de la desierta c...