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Mostrando las entradas etiquetadas como accidente

Una tarde plena - Clarice Lispector

El saguino  es tan pequeño como un ratón, y del mismo color. La mujer, después de sentarse en el autobús y de lanzar una mirada tranquila de propietaria sobre los asientos, ahogó un grito: a su lado, en la mano de un hombre gordo, estaba lo que parecía un ratón inquieto y que en verdad era un vivísimo saguino . Los primeros momentos de la mujer versus el saguino se consumieron en intentar sentir que no se trataba de un ratón disfrazado. Cuando hubo llegado a eso, comenzaron momentos deliciosos e intensos: la observación del animal. Todo el autobús, además, no hacía otra cosa. Pero era privilegio de la mujer estar al lado del personaje principal. Desde donde estaba podía, por ejemplo, reparar en la pequeñez de la lengua del saguino : un trazo de lápiz rojo. Y estaban los dientes, también: casi se podían contar millares de dientes dentro de la raya de la boca, y cada pedacito menor que el otro, y más blanco. El saguino no cerró la boca ni un instante. Los ojos eran redondos, h...

Ecos - Lawrence C. Conolly

Marie se quedo de pie en la cocina, con la mirada fija en los pájaros imantados que había sobre la puerta de la nevera. Poco después, Billy grita desde la sala reclamando leche para su hermano Paul. Ella no contestó. Paul hacía tres meses que había muerto. -¿Mami?- Miro a su alrededor, intentando recordar para qué haba ido a la cocina.-¡Mami! Paul quiere leche. ¿Puedes traérsela? El juego no podía continuar. Empezaba a ser aburrido. Billy ya era lo suficientemente mayor como para comprender la muerte, para poder comprender que era imposible que Paul estuviese en la sala mirando la televisión. Billy tenía seis años. Paul, de no haberse ido, tendría cinco. Dio la vuelta para regresar a la sala y sintió el agudo e hiriente dolor en su espalda, que el médico le había dicho que sentiría el resto de su vida. Marie tenía veintinueve años. El resto de su vida... Eso era mucho tiempo si moría de vieja y no de otro accidente. Se preguntó si alguna vez podría considerar el dolor como ...

El montaje cósmico - Paul W. Fairman

La luz azul llameó más allá de Pelham Woods. Fue vista por varios de los muchachos que haraganeaban frente a la barbería en la calle principal de Kensigton Corners. —¿Qué diablos ha sido eso? —preguntó uno de ellos. —Un rayo bajo. ¿Qué otra cosa podía ser? —No parecía como un rayo. Se mantuvo demasiado tiempo. Además, no hay nubes ahí arriba. —Puede que haya algunas nubes bajas que tú no puedas ver debido a los árboles. Sam Cárter, fresco tras su afeitado de la tarde, salió de la barbería y dijo: —¿De qué estáis discutiendo, amigos? —Acabamos de ver un platillo volante. Sam sonrió. —¿Sólo uno? Nadie tiene derecho a jactarse de ello en estos días a menos que vea como mínimo seis. Y al menos tienen que arrojar luces de cinco colores distintos. —Éste sólo era azul. —Yo siempre he preferido los amarillos. Los chicos sonrieron. Sam miró al otro lado de la calle y llamó: —¡Lee! Espera. Voy contigo. Lee Hayden, un hombre grueso y de rostro agrio, se detuvo y aguard...