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Mostrando las entradas etiquetadas como niña

El fantasma - Catherine Wells

  Una niña de catorce años estaba sentada en una vieja cama, recostada sobre unos almohadones y tosiendo de tanto en tanto a causa del resfrío y la fiebre que la obligaban a permanecer allí. Ya no quería seguir leyendo a la luz de la lámpara y permanecía reclinada, escuchando lo poco que podía oír y observando el fuego de la chimenea.  Desde abajo, más allá del ancho y oscuro pasillo, cubierto de paneles de roble y en el que colgaban cuadros antiguos con llameantes batallas navales pintadas en sus telas, desde más allá de la amplia escalera de piedra que daba a una pesada puerta chirriante, le llegaban, por momentos, los tenues sonidos de la música de baile.  Primos, primos y más primos se hallaban allí abajo, y el tío Timothy, como anfitrión, animaba la velada. Muchos de ellos habían entrado alegremente en su cuarto durante el día, le decían que su enfermedad era «una verdadera lástima», que patinar en el parque era «demasiado divertido», y luego se iban a bailar otra ve...

La vista fija - Alberto Chimal

     Érase una niña pequeñita y muy bonita, con chapas rojas rojas cual flores de rubor, vestidito rosa y bonito cabello rizado. Jugaba en un parque con su pelota y era muy feliz. Oyóse entonces un disparo, y la frente de la niña hizo ¡pop!, y una emisión hubo de sangre y sesos entremezclados que, flor también de rubor (aunque de otro, ¡ay, de otro rubor!), cayó en el pasto un segundo o dos antes que la propia niña.       De la pelota no se supo más, y yo creo que alguien se la robó. Debe haber sido fácil porque hasta la niña, que no se movía y de cuya frente seguía manando ese caldo rojo y tremebundo, llegó una mujer que pants que se quedó con la vista fija en ella; un señor de traje barato que también se quedó con la vista fija en ella; un par de muchachos, con uniforme y peinados de escuela militarizada, que también se quedaron con la vista fija en ella.      Y una anciana de coche con chofer, su chofer, un grupo de novicias, tres p...

La gallina degollada - Horacio Quiroga

 Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco al declinar, los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban tod...

Las hadas - Charles Perrault

Érase una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con ellas. La menor, verdadero retrato de su padre por su dulzura y suavidad, era además de una extrema belleza. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía una aversión atroz por la menor. La hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar. Entre otras cosas, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua a una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena. Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer rogándole que le diese de beber. —Como no, mi buena señora, dijo la hermosa niña. Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más cómodamente. La buena mujer, después de b...