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Mostrando las entradas etiquetadas como sol

La alondra cantarina y saltarina - Hermanos Grimm

  Erase una vez un hombre que tenía proyec­tado un gran viaje, y al despedirse les pre­guntó a sus tres hijas qué querían que les trajera. La mayor quiso perlas, la segunda diamantes, pero la tercera dijo: -Querido padre, yo quiero una alondra cantarina y saltarina. -Sí, si la puedo conseguir la tendrás -dijo el padre, y besó a las tres y se marchó. Cuando le llegó el momento de regresar de nuevo a casa tenía las perlas y los diamantes para las dos mayo­res, pero la alondra cantarina y saltarina para la más pequeña la había buscado en vano por todas partes, y eso le daba mucha pena, pues en realidad era su hija favorita. Su camino le llevó entonces por un bosque, y en mi­tad de él había un magnífico palacio, y cerca del palacio había un árbol, y arriba del todo, en la copa del árbol, vio una alondra que cantaba y saltaba. -¡Vaya, me vienes que ni pintada! -exclamó. Se puso muy contento y llamó a su criado y le mandó que se subiera al árbol y atrapara al animalito. Per...

El pecho desnudo - Italo Calvino

El señor Palomar camina por una playa solitaria. Encuentra unos pocos bañistas. Una joven tendida en la arena toma el sol con el pecho descubierto. Palomar, hombre discreto, vuelve la mirada hacia el horizonte marino. Sabe que en circunstancias análogas, al acercarse un desconocido, las mujeres se apresuran a cubrirse, y eso no le parece bien: porque es molesto para la bañista que tomaba el sol tranquila; porque el hombre que pasa se siente inoportuno; porque el tabú de la desnudez queda implícitamente confirmado; porque las convenciones respetadas a medias propagan la inseguridad e incoherencia en el comportamiento, en vez de libertad y franqueza. Por eso, apenas ve perfilarse desde lejos la nube rosa-bronceado de un torso desnudo de mujer, se apresura a orientar la cabeza de modo que la trayectoria de la mirada quede suspendida en el vacío y garantice su cortés respeto por la frontera invisible que circunda las personas. Pero -piensa mientras sigue andando y, apenas el horizonte s...

El monstruo y la doncella - Zelazny Roger

 Un gran desasosiego cundió entre la gente, pues había llegado otra vez el momento de la decisión. Los Mayores votaron por los candidatos y el sacrificio fue ratificado a pesar de las objeciones de Ryllik, el más viejo. —És un error capitular de esta manera —argumentó. Pero no le respondieron, y llevaron a la joven virgen a la gruta de los humos y le dieron las hojas del sopor. Ryllik miró con desaprobación. —No tendría que ser así —declaró—. Es un error. —Siempre ha sido así —dijeron los demás— en la primavera y el otoño de cada año. —Y miraron con preocupación hacia el sendero donde el sol vertía la mañana sobre el mundo. El dios ya viajaba por el frondoso bosque. —Es hora de partir —dijeron. —¿Alguna vez pensasteis en quedaros y ver qué hacía el dios monstruoso? —preguntó Ryllik con amargura. —¡Basta de blasfemias! ¡En marcha! Ryllik los siguió. —Cada año quedamos menos —dijo—. Un día no podremos ofrecer más sacrificios. —Ese día moriremos —dijeron los de...