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Mostrando las entradas etiquetadas como hija

La alondra cantarina y saltarina - Hermanos Grimm

  Erase una vez un hombre que tenía proyec­tado un gran viaje, y al despedirse les pre­guntó a sus tres hijas qué querían que les trajera. La mayor quiso perlas, la segunda diamantes, pero la tercera dijo: -Querido padre, yo quiero una alondra cantarina y saltarina. -Sí, si la puedo conseguir la tendrás -dijo el padre, y besó a las tres y se marchó. Cuando le llegó el momento de regresar de nuevo a casa tenía las perlas y los diamantes para las dos mayo­res, pero la alondra cantarina y saltarina para la más pequeña la había buscado en vano por todas partes, y eso le daba mucha pena, pues en realidad era su hija favorita. Su camino le llevó entonces por un bosque, y en mi­tad de él había un magnífico palacio, y cerca del palacio había un árbol, y arriba del todo, en la copa del árbol, vio una alondra que cantaba y saltaba. -¡Vaya, me vienes que ni pintada! -exclamó. Se puso muy contento y llamó a su criado y le mandó que se subiera al árbol y atrapara al animalito. Per...

La muñequita - Juan Valera

Hace ya siglos que en una gran ciudad, capital de un reino, cuyo nombre no importa saber, vivía una pobre y honrada viuda que tenía una hija de quince abriles, hermosa como un sol y cándida como una paloma.      La excelente madre se miraba en ella como en un espejo, y en su inocencia y beldad juzgaba poseer una joya riquísima que no hubiera trocado por todos los tesoros del mundo.      Muchos caballeros, jóvenes y libertinos, viendo a estas dos mujeres tan menesterosas, que apenas ganaban hilando para alimentarse, tuvieron la audacia de hacer interesadas e indignas proposiciones a la madre sobre su hermosa niña; pero ésta las rechazó siempre con aquella reposada entereza que convence y retrae mil veces más que una exagerada y vehemente indignación.       Lo que es a la muchacha nadie se atrevía a decir los que suelen llamarse con razón atrevidos pensamientos. Su candor y su inocencia angelical tenían a raya a l...

El espejo de Matsuyama - Juan Valera

     Hace mucho tiempo vivían dos jóvenes esposos en lugar muy apartado y rústico. Tenían una hija y ambos la amaban de todo corazón. No diré los nombres de marido y mujer, que ya cayeron en olvido, pero diré que el sitio en que vivían se llamaba Matsuyama, en la provincia de Echigo.      Hubo de acontecer, cuando la niña era aún muy pequeñita, que el padre se vio obligado a ir a la gran ciudad, capital del Imperio. Como era tan lejos, ni la madre ni la niña podían acompañarle, y él se fue solo, despidiéndose de ellas y prometiendo traerles, a la vuelta, muy lindos regalos.      La madre no había ido nunca más allá de la cercana aldea, y así no podía desechar cierto temor al considerar que su marido emprendía tan largo viaje; pero al mismo tiempo sentía orgullosa satisfacción de que fuese él, por todos aquellos contornos, el primer hombre que iba a la rica ciudad, donde el rey y los magnates habitaban, y donde hab...