El devorador de calcio - Herbert W. Franke
Propiamente lo tendría que haber notado antes. Porque hasta donde alcanza mi memoria, siempre sentí el afán de ayudar a los demás. Pero no me di cuenta hasta la semana pasada. Y mis colegas lo ignoran todavía... Yo mismo lo descubrí al verme en una situación extraordinaria. Regresábamos de Psi 16 y habíamos hecho ya, sin novedad, dos terceras partes del viaje. Nadie pensaba en nada malo. ¿Qué es una de las cosas peores que le pueden ocurrir a un astronauta? Sin duda, un fallo en la renovación de aire. ¡Y justamente a nosotros tuvo que sucedernos! No había posibilidad de reparación, además. El catalizador de calcio pulverizado desaparecía. De hora en hora iba empequeñeciéndose ante nuestros ojos, sin que halláramos una explicación para ello. Sin calcio no es posible la reducción del dióxido de carbono, y a bordo no llevábamos repuesto. ¿Quién iba a contar con tan absurda avería? Nuestra provisión de oxígeno duraría, como mucho, tres días. Willy no se apartaba del termodetecto...