Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Mario

La máquina de pensar en Gladys - Mario Levrero

Antes de acostarme hice la diaria recorrida por la casa, para controlar que todo estuviera en orden; la ventana del baño chico, al fondo, estaba abierta -para que durante la noche se secara la camisa de poliéster que me pondría al día siguiente-; cerré la puerta (para evitar corrientes de aire); en la cocina, la canilla de la pileta goteaba y la apreté, la ventana estaba abierta y la dejé así -cerrando la persiana-; la lata de la basura ya había sido sacada fuera, las tres llaves de la cocina eléctrica estaban en cero, la perilla de control de la heladera marcaba 3 (refrigeración suave) y la botella empezada de agua mineral tenía puesto el tapón hermético, de plástico; en el comedor, el gran reloj tenía cuerda para algunos días más y la mesa había sido levantada; en la biblioteca debí apagar el amplificador, que alguien había dejado encendido, pero el tocadiscos se había apagado en forma automática; el cenicero del sillón había sido vaciado; la máquina de pensar en Gladys estaba enchuf...

Tango - Mario Golobof

 Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.

La última espera - Mario Lamo Jiménez

Llevo ya diecisiete horas de muerto y nada, que no me entierran. ¡Qué aburridora es la muerte! Si por lo menos pudiera fumarme un chicote, no me molestaría tanto tener que esperar. Pude haber pasado al otro toldo con más elegancia, pero hasta mi misma muerte fue un fracaso. Al atravesar la séptima, clavo mi mirada en una morena que pasa contoneándose, me distraigo y me atropella el mensajero de la droguería con su cicla. Me doy la nuca contra la acera y ahí quedo como un pollo congelado exhibido en una vitrina, los papeles del juzgado regados por toda la calle, los ojos vidriosos y la lengua babeante. Hasta un perro que pasaba me lamió la herida. Lo espantó la sirena de la ambulancia que, como es obvio, llegó demasiado tarde. Una vez en el hospital, muerto ya, no me querían admitir por no tener la tarjeta del seguro social. Entre los curiosos me habían desvalijado la billetera y el reloj. El reloj no me importa porque ni para dar la hora servía, pero la billetera sí me duele porque era...

¡No se duerman en el metro! - Mario Méndez Acosta

Hay cosas en la vida, y eso incluye a esta ciudad de México, que más vale que nunca averigüemos. La ignorancia nos permite dormir con placidez en la noche, y concentrarnos en nuestros respectivos trabajos. Por ejemplo: ¿se ha preguntado usted qué les sucede a las personas que se quedan dormidas en el Metro, cuando éste llega a la terminal de una línea, lo que causa que no escuchen las advertencias que les piden abandonar el vagón y sigan adelante en el mismo, adentrándose en un profundo túnel oscuro que aparentemente no lleva a ninguna parte? La verdad es que esa es una de las cosas que en realidad no nos conviene averiguar, si es que queremos mantener la ilusión de que vivimos en un universo nacional. Sin embargo, no está de más tomar algunas precauciones sencilla, que bien pueden evitarnos experiencias en verdad lamentables. Una de ellas es la de no dormirse nunca en el Metro, en especial, después de la puesta del sol. Para Arturo Marquina, periodista ya no tan joven, y autor ocasi...