La caja en la obscuridad - Úrsula K. Le Guin
Un niño pequeño caminaba por la arena suave de la orilla del mar sin dejar huellas. Las gaviotas chillaban en el cielo luminoso y sin Sol, las truchas saltaban en el océano sin sal. En el horizonte lejano apareció por un momento la serpiente marina, formando siete arcos enormes, y luego, con un bramido, se sumergió. El niño silbó, pero la serpiente marina, ocupada en la caza de ballenas, no volvió a emerger. Caminó sin echar sombra ni dejar huellas sobre la arena extendida entre los acantilados y el mar, frente al que se erguía un promontorio con césped sobre el que una choza se sostenía sobre sus cuatro patas. Mientras subía por un sendero al acantilado, la choza brincó y se frotó las patas delanteras como lo hubiese hecho un abogado o una mosca; pero las manecillas del reloj que había en su interior no se movieron nunca. –¿Qué es lo que llevas allí, Dick? –le preguntó su madre mientras agregaba perejil y una pizca de pimienta en el guiso de conejo que hervía en un alam...