Sentencia de muerte para la grosería - Jack Ritchie
-¿Qué edad tiene usted? -pregunté. Sus ojos no se separaban del revólver que yo sostenía en la mano. -Escuche señor, no hay mucho dinero en la registradora pero lléveselo todo. No le proporcionaré dificultades. -No me interesa en absoluto su asqueroso dinero, al menos desde su punto de vista. Podría usted haber vivido otros veinte o treinta años más si se hubiera tomado la más mínima molestia de ser cortés. El hombre no me comprendió. -Vaya matarle -añadí- por culpa del sello de cuatro centavos y por el dulce. El hombre no sabía lo que yo quería decir con aquello del dulce, pero sí parecía caer en la cuenta sobre lo del sello. El pánico se exteriorizó en sus facciones. -Usted debe estar loco. No puede matarme a causa de eso. -Sí que puedo. Y así lo hice. Cuando el doctor Briller me dijo que solamente me quedaban cuatro meses de vida me sentí, por supuesto, muy perturbado. -¿Está usted seguro de que no se han mezclado las radiografías mías con otras? He oído que a veces suce...