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El pulpo que no murió - Sakutaro Hagiwara

Un pulpo que agonizaba de hambre fue encerrado en un acuario por muchísimo tiempo. Una pálida luz se filtraba a través del vidrio y se difundía tristemente en la densa sombra de la roca. Todo el mundo se olvidó de este lóbrego acuario. Se podía suponer que el pulpo estaba muerto y sólo se veía el agua podrida iluminada apenas por la luz del crepúsculo. Pero el pulpo no había muerto. Permanecía escondido detrás de la roca. Y cuando despertó de su sueño tuvo que sufrir hambre terrible, día tras día en esa prisión solitaria, pues no había carnada alguna ni comida para él. Entonces comenzó a comerse sus propios tentáculos. Primero uno, después otro. Cuando ya no tenía tentáculos comenzó a devorar poco a poco sus entrañas, una parte tras otra. En esta forma el pulpo terminó comiéndose todo su cuerpo, su piel, su cerebro, su estómago; absolutamente todo. Una mañana llegó un cuidador, miró dentro del acuario y sólo vio el agua sombría y las algas ondulantes. El pulpo prácticamente había desap...

La dirección de la carretera - Úrsula K. Le Guin

     Antes no eran tan exigentes. Nunca nos hacían ir más aprisa que al galope, y aún eso era raro; la mayor parte de las veces se contentaban con un pequeño trote saltarín. Y cuando uno de ellos iba a pie, era un auténtico placer acercársele. Me daba tiempo de realizar toda la acción con auténtico estilo. Le veía hacer como que movía sus piernas y sus brazos según sus costumbres, mientras miraba la carretera, o incluso los campos que atravesaba, o hasta mirándome directamente: entonces me acercaba a él regularmente pero con mucha lentitud, aumentando de tamaño sin cesar, sincronizando a la perfección la velocidad de aproximación y la velocidad de crecimiento, de tal modo que, en el mismo momento en que, tras no haber sido más que una minúscula mota, había adquirido toda mi estatura –veinte metros por aquella época–, me alzaba ante él, inmenso, dominándolo, cubriéndolo con mi sombra. Y sin embargo él no manifestaba ningún temor. Ni siquiera los niños me temían, aunque a m...

El Observador - Julio de Miguel

Rheim se sentía triste y, curiosamente, solo. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna compañía, pero ahora su tarea había terminado. Rheim era, había sido hasta entonces, el "Observador de la Nueva Humanidad". Los suyos le habían designado antes de irse hacia los límites de la estrellas.   Los antepasados de Rheim fueron humanos, los últimos humanos de su estirpe, una estirpe que se extinguió hace algunos años, hace algunos miles de millones de años... Lo aprendió en su infancia.   Siguiendo el curso evolutivo de la vida sobre la Tierra, la raza humana se convirtió en la especie predominante del planeta. Poco a poco fue desarrollando su inteligencia y tecnología. Su dominio sobre el planeta se fue haciendo cada vez más patente. Muchas veces las cosas se escaparon de las manos de los hombres, pero nunca había sido irremediable, pues hasta entonces nunca habían tenido demasiado poder. Al ir adquiriendo más capacidad, sus equivocaciones se fueron haciendo importantes. Se t...

A puertas cerradas - Rosalba Campra

Hay una ciudad donde los ríos nunca pasan. Ni los peregrinos, ni los pájaros que van hacia el Sur. La ciudad está cerrada por tres filas de murallas cada una con una puerta, cerrada. El rey las mandó cerrar cuando murió su hijo,pero era demasiado tarde, la muerte ya había salido, y no pudieron alcanzarla. Tampoco volvió a entrar. Todos estamos ahí, y esperamos, y la arena se amontona en los aljibes, pero lo peor de todo es la memoria.