El hombre de arena - E. T. A. Hoffmann (parte 7)
Encontró el anillo y, poniéndoselo en el dedo, corrió de nuevo junto a Olimpia. Al subir las escaleras, y cuando se encontraba ya en el vestíbulo, oyó un gran estrépito que parecía venir del estudio de Spalanzani. Pasos, crujidos, golpes contra la puerta, mezclados con maldiciones y juramentos: —¡Suelta! ¡Suelta de una vez! —¡Infame! —¡Miserable! —¿Para esto he sacrificado mi vida? ¡Este no era el trato! —¡Yo hice los ojos! —¡Y yo los engranajes! —¡Maldito perro relojero! —¡Largo de aquí, Satanás! —¡Fuera de aquí, bestia infernal! Eran las voces de Spalanzani y del horrible Coppelius que se mezclaban y retumbaban juntas. Nataniel, sobrecogido de espanto, se precipitó en la habitación. El profesor sujetaba un cuerpo de mujer por los hombros, y el italiano Coppola tiraba de los pies, luchando con furia para apoderarse de él. Nataniel retrocedió horrorizado al reconocer el rostro de Olimpia; lleno de cólera, quiso arrancar a su amada de aquellos salvajes. Pero al instante Coppola, co...