Había una vez, no hace mucho tiempo, un hombre que estaba sentado tranquilamente jugando una partida de ajedrez con su hijo. La lluvia caía tras los ventanales del castillo. —Jaque —dijo el barón. —¡No! —le replicó el joven. —Ya lo creo que sí. —Oh, vaya... Y el juego siguió. Y también la lluvia. Pasado un rato: —Jaque mate —murmuró el barón. —¡No! —No hay duda posible. Su hijo consideró el tablero durante unos minutos, reprobatoriamente, y luego sacudió la hermosa cabeza y rió. —Tenía que haberlo visto venir —dijo. —Por supuesto, pero es que haces unos movimientos tan precipitados, hijo... Sacrificas tus piezas sin ningún propósito. Siempre es preferible pensar las cosas antes de hacerlas. Gavin asentía con la cabeza sin escuchar realmente. Miró la cortina de lluvia que caía tras las ventanas, suspiró, y cambió la posición de las piezas en el tablero. Los tres sabuesos que yacían inquietos junto al hogar bostezaron y se estiraron, y luego volvieron a deja...