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Dios, Tu y Yo… - Jean Ray

Después de más de veinte años de ausencia, regresé a Weston, mi pequeña ciudad natal, que había abandonado cargado de oprobio y pobre como una rata. Mi vuelta no estaba dictada por ninguna llamada de campanario ni por el deseo de reconciliarme con el pasado. Veinte años de filibusteo provechoso por los siete mares habían hecho del pobretón que yo fui todo un nabad. Mi viejo barco de carga, el Fulmar, fue a dormir en una dársena del fondo de un puerto, y mis cuentas corrientes en los bancos de Kingston, Singapoore y Alejandría fueron transferidas al Midland-Bank, de Weston. Bajé del tren a la hora en que el horizonte enrojecido se nublaba, y apenas hube franqueado la explanada cuando un individuo salió de la penumbra, sombrero en mano. —Notario Mudgett… ¡Su notario, capitán! He recibido sus órdenes de Colombo y he podido hacer, en su nombre, la adquisición de un inmueble que, espero, responderá a sus deseos. ¡Qué feliz casualidad encontrarle a usted en el preciso momento que da sus prim...

El terror rosa - Jean Ray

Sócrates Birdsie movió preocupado la cabeza y me dijo: —Siento que no vengas con nosotros, Biddy. No, no; no prometas nada, poor old fellow. Cuando regresemos ya no estarás aquí… Tú no serás el primero que haya enloquecido en estas malditas canteras de caolín. Goorman, el timonel flamenco, aprobó. —No seremos más que cuatro para conducir el May Bug de Fowey a R'dam, con cargamento completo de arcilla de porcelana. No es demasiado, pero el viento es favorable y el mar está de buen humor. Tú no eres un marinero muy bueno, Biddy, pero estás instruido y tu conversación sirve para llenar las horas vacías cuando el viento cesa y las corrientes nos son adversas. Tú me has enseñado muchas cosas que no se relacionaban con el mar; porque de las cosas del mar…, ¡ay, deja que me ría un poco!.., no entiendes ni una palabra… Sócrates Birdsie, el patrón, me estrechó la mano. —Nos vamos… Es preciso que antes de dos horas hayamos salido de la bahía. Si quieres seguir el consejo de un homb...