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Las cortas y felices vidas de Eustace Weaver II - Fredric Brown

  Cuando Eustace Weaver inventó su máquina del tiempo sabía que tendría el mundo en un puño, mientras mantuviera el secreto. Todo lo que tenía que hacer para hacerse rico era llevar a cabo breves viajes al futuro, para ver que caballo ganaría en las carreras y que acciones subirían y después regresar y apostar a esos caballos o comprar esas acciones. Los caballos serían los primeros, pues requerían menos capital aunque él no tenía ni siquiera dos dólares que apostar por no mencionar el coste de los pasajes de avión hacia el hipódromo más cercano. Pensó en la caja fuerte del supermercado donde trabajaba como empleado en el almacén. En la caja habría por lo menos diez dólares y tenía una cerradura de tiempo. Una cerradura de tiempo sería un juego de niños para una máquina de tiempo. Así que cuando fue a trabajar aquel día se llevó la máquina del tiempo oculta en un estuche de cámara fotográfica y la dejó en su casillero. Cuando a las nueve cerraron la tienda se escondió en el a...

El experimento - Fredric Brown

    - La primera máquina del tiempo, caballeros - Informó orgullosamente el profesor Johnson a sus dos colegas -. Es cierto que sólo se trata de un modelo experimental a escala reducida. Únicamente funcionará con objetos que pesen menos de un kilo y medio y en distancia hacia el pasado o el futuro de veinte minutos o menos. Pero funciona. El modelo a escala reducida parecía una pequeña maqueta, a excepción de dos esferas visibles debajo de la plataforma. El profesor Johnson exhibió un pequeño cubo metálico. - Nuestro objeto experimental - dijo - es un cubo de latón que pesa quinientos cuarenta y siete gramos. Primero, lo enviaré cinco minutos hacia el futuro. Se inclinó hacia delante y movió una de las esferas de la máquina del tiempo. - Consulten su reloj - advirtió. Todos consultaron su reloj. El profesor Johnson colocó suavemente el cubo en la plataforma de la máquina. Se desvaneció. Al cabo de cinco minutos justos, ni un segundo más ni un segundo menos, rea...

Un regalo de la Tierra - Fredric Brown

  Dhar Ry meditaba a solas, sentado en su habitación. Desde el exterior le llegó una onda de pensamiento equivalente a una llamada. Dirigió una simple mirada a la puerta y la hizo abrirse. - Entra, amigo mío - dijo -   Podría haberle hecho esta invitación por telepatía, pero, estando a solas, las palabras resultaban mas afectuosas. Ejon Khee entro. - Estas levantado todavía y es tarde. - Si, Khee, dentro de una hora debe aterrizar el cohete de la Tierra y deseo verlo. Ya se que aterrizara a unas mil millas de distancia, si los cálculos terrestres son correctos. Pero aún cuando fuese dos veces mas lejos, el resplandor de la explosión atómica seguiría siendo visible. He esperado mucho este primer contacto. Aunque no venga ningún terrícola en ese cohete, para ellos será el primer contacto con nosotros. Es cierto que   nuestros equipos de telepatía han estado leyendo sus pensamientos durante muchos siglos, pero este ser el primer contacto físico entre Marte y la...

Expedición - Fredric Brown

     - La primera expedición marciana - dijo el profesor de historia -, la que siguió a la exploración preliminar mediante astronaves de reconocimiento que no llevaban más que un solo hombre a bordo y cuya misión era investigar las posibilidades de establecer una colonia permanente en el planeta, trajo un gran número de problemas. Uno de los más embarazosos era: ¿en cuántos hombres y en cuántas mujeres tenía que repartirse la tripulación de treinta personas que partiría hacia Marte? - Había tres teorías al respecto. - Según la primera, la astronave debía llevar quince hombres y quince mujeres, entre los cuales, sin ninguna duda, la mayor parte encontraría recíprocamente el compañero o la compañera que daría un rápido impulso a la colonia. - Según la segunda, debían haber veinticinco hombres y cinco mujeres (todos ellos dispuestos a firmar una renuncia a toda veleidad de monogamia), por la sencilla razón de que cinco mujeres podrían satisfacer fácilmente a veinticinc...

Aún no es el fin - Fredric Brown

 Había un verde e infernal matiz de luz dentro del cubo de metal. Era la luz que hacía que la piel de un pálido de muerte de la criatura que estaba sentada frente a los controles pareciera desganadamente verde. Un solo ojo labrado en facetas, en el centro delantero de la cabeza, observaba los siete diales sin parpadear. Desde que habían dejado Xandor, ese ojo jamás se había apartado de los diales. El sueño era algo desconocido para la raza galáctica a la que pertenecía Kar-388Y. La piedad también era algo desconocido. Una simple mirada a los agudos y crueles rasgos que había debajo del facetado ojo podía haber probado eso. Los indicadores del cuarto y el séptimo dial se detuvieron. Eso significaba que el cubo mismo se había detenido en el espacio cercano a su inmediato objetivo. Kar se acercó con su brazo superior derecho y soltó el interruptor del estabilizador. Luego se levantó y estiró sus entumecidos músculos. Kar se giró hasta quedar de frente a su compañero del cubo, un...

Maniático - Fredric Brown

     He oído el rumor —dijo Sangstrom— de que usted… —Volvió la cabeza y miró a su alrededor para asegurarse de que el farmacéutico y él estaban solos en la pequeña botica. El farmacéutico era un hombrecito de aspecto retorcido cuya edad podía situarse entre los cincuenta y los cien años. Estaban solos, pero Sangstrom bajó todavía más la voz—… de que usted tiene un veneno que no deja el menor rastro. El farmacéutico asintió. Dio la vuelta al mostrador y cerró la puerta de la botica. Luego se dirigió hacia una puerta situada detrás del mostrador. —Precisamente iba a cerrar para tomar una taza de café —dijo—. Venga conmigo y lo tomaremos juntos. Sangstrom aceptó la invitación y entró en una trastienda, en la cual había hileras de estanterías llenas de botellas y de frascos, desde el suelo hasta el techo. El farmacéutico enchufó una cafetera eléctrica, sacó dos tazas y las colocó encima de una mesa que tenía una silla a cada lado. Hizo una seña a Sangstrom para que o...

Respuesta - Fredric Brown

Dwar Ev soldó ceremoniosamente la última conexión con oro. Los ojos de una docena de cámaras de televisión le contemplaban y el subéter transmitió al Universo una docena de imágenes sobre lo que estaba haciendo. Se enderezó e hizo una seña a Dwar Reyn, acercándose después a un interruptor que completaría el contacto cuando lo accionara. El interruptor conectaría, inmediatamente, todo aquel monstruo de máquinas computadoras con todos los planetas habitados del Universo –noventa y seis mil millones de planetas– en el supercircuito que los conectaría a todos con una supercalculadora, una máquina cibernética que combinaría todos los conocimientos de todas las galaxias. Dwar Reyn habló brevemente a los miles de millones de espectadores y oyentes. Después, tras un momento de silencio, dijo: –Ahora, Dwar Ev. Dwar Ev accionó el interruptor. Se produjo un impresionante zumbido, la onda de energía procedente de noventa y seis mil millones de planetas. Las luces se encendieron y apagaron a lo lar...

Sangre - Fredric Brown

En su máquina del tiempo, Vron y Dreena, los dos últimos sobrevivientes de la raza de los vampiros, huyeron hacia el futuro para escapar de la aniquilación. Se estrechaban fuertemente las manos y se prodigaban mutuas palabras de consuelo, tan grandes eran su terror y su hambre. En el siglo XXII la Humanidad los había descubierto, averiguando que la leyenda de los vampiros que vivían en secreto entre los seres humanos no era una leyenda sino una realidad. Hubo una matanza en la que perecieron todos los vampiros pero aquellos dos, que ya habían estado trabajando en una máquina del tiempo y que consiguieron terminarla a punto, pudieron huir con ella. Hacia el futuro, a un futuro tan lejano que el término vampiro hubiese caído en el olvido, con el resultado que ellos podrían pasar de nuevo inadvertidos... y con su simiente hacer surgir una nueva raza. - Tengo hambre, Vron. Un hambre terrible. - Yo también, mi querida Dreena. Pronto volveremos a parar. Ya se habían detenido cuatro veces y e...

La Primera Máquina del Tiempo - Fredric Brown

El doctor Grainger dijo solemnemente: - Caballeros, la primera máquina del tiempo. Sus tres amigos la contemplaron con atención. Era una caja cuadrada de unos quince centímetros de lado con esferas y un interruptor. - Basta con sostenerla en la mano - prosiguió el doctor Grainger- , ajustar las esferas para la fecha que se desee, oprimir el botón y ya está. Smedley, uno de los tres amigos del doctor, tomó la caja para examinarla. - ¿De veras funciona? - Realicé una breve prueba con ella - repuso el sabio-. La puse un día atrás y oprimí el botón. Me vi a mí mismo - mi propia espalda-  saliendo de esta sala. Me causó cierta impresión, como pueden suponer. - ¿Qué hubiera sucedido si usted hubiese echado a correr hacia la puerta para propinar un buen puntapié en salva sea la parte a usted mismo? El doctor Grainger no pudo contener una carcajada. - Tal vez no hubiese podido hacerlo... porque eso hubiese sido alterar el pasado. Es la antigua paradoja de los viajes por el tiempo, como ust...

Aprended Geometría - Fredric Brown

Henry miró el reloj, a las dos de la mañana cerró el libro desesperado. Seguramente lo suspenderían al día siguiente. Cuanto más estudiaba geometría, menos la comprendía. Había fracasado ya dos veces. Con seguridad lo echarían de la Universidad. Sólo un milagro podía salvarlo. Se enderezó. ¿Un milagro? ¿Por qué no? Siempre se había interesado por la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones muy sencillas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había probado. Y aquel era el momento o nunca. Tomó de la estantería su mejor obra de magia negra. Era sencillo. Algunas fórmulas. Ponerse a cubierto en un pentágono. Llega el demonio, no puede hacernos nada y se obtiene lo que se desea. ¬El triunfo es vuestro! Despejó el piso retirando los muebles contra las paredes. Luego dibujó en el suelo, con tiza, el pentágono protector. Por fin pronunció los encantamientos. El demonio era verdaderamente horrible, pero Henry se armó de coraje. - Siempre he sido un inútil ...

El Final - Fredric Brown

EL FINAL El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años. - Y he encontrado la ecuación clave - dijo un buen día a su hija -. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo. Apretando un botón mientras hablaba, dijo: - Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto - dijo, hablaba mientras botón un apretando. - Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la. Campo un es tiempo el. - Hija su a día buen un dijo -. Clave ecuación la encontrado he y. Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el. FINAL EL