Cráneos en las estrellas - Robert E. Howard
I Dos son los caminos que llevan a Torkertown. El uno, que es la ruta más corta y directa, atraviesa un páramo alto y baldío, y el otro, que es mucho más largo, serpentea entre los cerros y cenagales de los pantanos, bordeando las bajas colinas rumbo al este. Esta última era una carretera peligrosa y aburrida y, por eso, Solomon Kane se quedó asombrado cuando un muchacho del pueblo que acababa de abandonar le dio alcance y, sin aliento, le imploró que, por el amor de Dios, cogiese el camino de los pantanos. —¡El camino de los pantanos! —Kane se quedó contemplando al chico. Un hombre alto y enjuto, ése era Solomon Kane, de rostro pálido y sepulcral, y ojos meditabundos que resultaban aún más sombríos merced a su austero atuendo de puritano. —Sí, señor; es, de lejos, el más seguro —fue la respuesta que el muchachuelo dio a su sorprendida exclamación. —Entonces, el mismísimo Satanás debe de acechar en el camino del páramo, porque tus paisanos me instaron a no atravesar el...