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Mostrando las entradas etiquetadas como mano

Aquella habitación - Tobias Wolff

El verano que siguió a mi primer curso en el instituto, me dio un ramalazo de independencia y me puse a recorrer a dedo las granjas, valle arriba y abajo, para trabajar de jornalero recogiendo fresas y limpiando establos.  Luego encontré un sitio donde el dueño de la granja me pagaba diez centavos la hora por encima del salario mínimo, y su rolliza mujer, sin hijos, me daba de almorzar y se desvivía por mí mientras comía, conque me quedé allí hasta que empezaron las clases. Mientras paleaba estiércol o arrancaba malas hierbas de una acequia de drenaje, a veces me paraba a mirar hacia los campos lejanos, donde "las manos", como las llamaba el granjero, estaban cargando fardos de heno en una carreta, amontonándolos hasta alturas que los hacían tambalearse.  De vez en cuando me llegaba un estallido de risas, la coletilla de una conversación. El granjero no me dejaba trabajar en el heno porque yo era demasiado pequeño, pero durante el invierno pegué un estirón, y al verano sig...

La mano - Guy de Maupassant

La mayoría de los ocupantes de la estancia rodeaban al señor Bermutier, que desempeñaba el cargo de juez de instrucción, debido a que estaba ofreciendo su parecer sobre el misterioso asesinato de Saint-Cloud. Todo un mes llevaba el caso apasionando a los habitantes de París. Se formulaban infinidad de hipótesis, pero nadie parecía contar con la definitiva. El magistrado se hallaba en pie, dando la espalda a la chimenea, mientras exponía sus razonamientos. Se apoyaba en las pruebas proporcionadas y, sin embargo, no terminaba por dar una opinión definitiva. A pesar de esto, varias mujeres continuaban mirándole atentamente, a la vez que le escuchaban estremeciéndose, debido a que las frases que salían de aquellos labios no podían ser más apasionadas. En realidad sentían más miedo que curiosidad, acaso por esa tendencia tan humana de querer satisfacer sus dosis de terror, como si ésta fuera una necesidad propia de nuestra época. Hasta que una de ellas, la más decidida y pálida, se at...

La mano derecha de la maldición - Robert E. Howard

 —¡Y al alba le colgarán! ¡Jo, jo! Quien así hablaba se palmeó sonoramente el muslo, al tiempo que lanzaba carcajadas con voz espesa y chillona. Lanzó una ojeada jactanciosa a sus oyentes, y echó un trago del vino que tenía a mano. El fuego saltaba y oscilaba en el hogar de la sala y nadie le respondió. —¡Roger Simeon, el nigromante! —se burló esa voz chillona—. ¡Adepto de las artes diabólicas y practicante de magia negra! A fe mía que todo su necio poder no le pudo salvar cuando los soldados del rey rodearon su caverna y le apresaron. Huyó cuando la gente comenzó a lanzar adoquines contra sus ventanas, y creyó que podía ocultarse y huir a Francia. ¡Jo, jo! Su escapatoria va a estar al extremo de una soga. Esto es lo que yo llamo un día bien aprovechado. Echó una bolsita sobre la mesa, haciendo que tintineara musicalmente. —¡El precio de la vida de un hechicero! —se jactó—. ¿Y vos qué decís, mi áspero amigo? Esto último se lo decía a un hombre alto y callado que se sentab...