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Jefes descarriados - Fritz Leiber

Cuando la encargada jefe del Departamento de Matemáticas llegó para programar la Gran Computadora en una soleada mañana de primavera, gruesas franjas de crema blanca le surcaban la cara, especialmente debajo de la nariz y bajo los ojos, siguiendo la curva de los pómulos. Era de conocimiento general que el Jefe de dicho departamento no esquiaba ni practicaba deportes náuticos. Después de dejar durante dos horas que todos se rompieran la cabeza respecto al motivo de sus adornos faciales, declaró que iba a realizar un viaje orbital para asistir a una convención de matemáticos en las antípodas, y no quería recibir quemaduras a causa de la intensa luz espacial. Pero eso no explicaba el motivo que tuviera justamente tres manchas más acentuadas debajo de cada uno de los ojos. Durante la comida con su jefe adjunto en el Club Cuadrángulo, admitió, al cabo de un momento, mientras suspiraba y se encogía de hombros, que los círculos de color violeta y del tamaño de una moneda que cubrían su rostro...

El límite infinito - Stanley G. Weinbaum

  Uno apenas elegiría la vida de profesor ayudante de mate­máticas en una Universidad Oriental, por insegura. En gene­ral, la gente piensa que los profesores son personas que dormitan en una existencia de sabihondos sosegada, y a un instructor de matemáticas se le considera como el más seco y menos bullicioso de los hombres, puesto que su tema de enseñanza es sumamente aburrido.  No obstante, hasta la abu­rrida ciencia de las cifras tiene sus soñadores: Clerk Maxwell, Lobachewski, Einstein y los demás. El último, el genial Albert Einstein, que está forjando la única cadena que haya unido nunca el sueño de un filósofo y la ciencia experimental, está remachando sus eslabones de tenues símbolos matemáticos, oscuros de pensamiento, pero inquebrantables.  No olvidemos que Alicia en el País de las Maravillas la escri­bió un soñador que al mismo tiempo era matemático. Yo no me clasifico entre éstos, pues soy demasiado práctico para alber­gar en mí cualquier fantasía. Mi profes...