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El hombre que amó a las Nereidas - Marguerite Yourcenar

Estaba de pie, descalzo entre el polvo, el calor y los hedores del puerto, bajo el deteriorado toldo de un café donde unos cuantos clientes se habían desplomado en las sillas con la vana esperanza de protegerse del sol.  Los pantalones, viejos y rojizos, apenas le llegaban a los tobillos y el huesecillo puntiagudo, la arista del talón, las plantas largas y llenas de callosidades y escoriaduras, los dedos flexibles y táctiles, pertenecían a esa raza de pies inteligentes, acostumbrados al contacto del aire y del sol endurecidos por las asperezas de las piedras, que aún conservan en los países mediterráneos algo de la libre soltura del hombre desnudo en el hombre vestido. Pies ágiles, tan diferentes de los torpes soportes encerrados en los zapatos del norte...  El azul desvaído de su camisa armonizaba con las tonalidades del cielo desteñido por la luz del verano; sus hombros y omoplatos se vislumbraban por los rotos de la tela como descarnadas rocas; tenía las orejas un poco alar...

La muerte de Marko Kralievitch - Marguerite Yourcenar

Las campanas tocaban a muerto en el cielo casi insoportablemente azul. Parecían más fuertes y más estridentes que en cualquier otro sitio, como si en aquel país, situado en la linde de las regiones infieles, hubiesen querido afirmar muy alto que quienes las tocaban eran cristianos, y cristiano asimismo el muerto que acababan de enterrar.  Pero allá abajo, en el pueblo blanco de patios estrechos, donde los hombres se sentaban en el lado de la sombra, su sonido llegaba mezclado con gritos, llamadas, balidos de corderos, relinchar de caballos y rebuznos de asnos, así como, en ocasiones, unido al ulular y las oraciones de las mujeres por el alma que acababa de partir, o a la risa de un idiota a quien aquel duelo público no interesaba en absoluto.  En el barrio de los estañadores el alboroto de los martillos cubría su sonido. El anciano Stevan, que remataba delicadamente, a golpecitos secos, el cuello de una jarra, vio que alguien apartaba la cortina que tapaba la entrada. Un poco ...