Una tarde plena - Clarice Lispector
El saguino es tan pequeño como un ratón, y del mismo color. La mujer, después de sentarse en el autobús y de lanzar una mirada tranquila de propietaria sobre los asientos, ahogó un grito: a su lado, en la mano de un hombre gordo, estaba lo que parecía un ratón inquieto y que en verdad era un vivísimo saguino . Los primeros momentos de la mujer versus el saguino se consumieron en intentar sentir que no se trataba de un ratón disfrazado. Cuando hubo llegado a eso, comenzaron momentos deliciosos e intensos: la observación del animal. Todo el autobús, además, no hacía otra cosa. Pero era privilegio de la mujer estar al lado del personaje principal. Desde donde estaba podía, por ejemplo, reparar en la pequeñez de la lengua del saguino : un trazo de lápiz rojo. Y estaban los dientes, también: casi se podían contar millares de dientes dentro de la raya de la boca, y cada pedacito menor que el otro, y más blanco. El saguino no cerró la boca ni un instante. Los ojos eran redondos, h...