El Cascanueces y el rey de los ratones - E. T. A. Hoffmann (parte 6)
El reino de las mu ñ ecas Me parece a m í , queridos lectores, que ninguno de vosotros habr í a vacilado en seguir al buen Cascanueces, que no era f á cil tuviese prop ó sito de causaros mal alguno. Mar í a lo hizo as í , con sumo gusto al contar con el agradecimiento de Cascanueces; estaba convencida de que cumplir í a su palabra haci é ndole ver multitud de cosas bellas. Por lo tanto, dijo: — Ir é con usted, se ñ or Drosselmeier, pero no muy lejos ni por mucho tiempo, pues no he dormido nada. — Entonces tomaremos el camino m á s corto, aunque sea el m á s dif í cil — respondi ó Cascanueces. Y ech ó a andar delante, sigui é ndole Mar í a, hasta que se detuvieron frente al gran armario ropero del recibimiento. Mar í a se qued ó asombrada al ver que las puertas del armario, habitualmente cerradas, estaban abiertas de par en par, dejando al descubierto el abrigo de piel de zorra que el padre usaba en los viajes y que colgaba en primer t é rmino. Cascanueces trep ó...