La tristeza de Cornelius Berg - Marguerite Yourcenar
Desde que había regresado a Amsterdam, Cornelius Berg vivía en una posada. A menudo cambiaba de alojamiento, se mudaba cuando tenía que pagar el alquiler aunque a veces pintaba pequeños retratos, cuadros de costumbres por encargo y fragmentos de desnudos, por aquí y por allá, para algún aficionado; y buscaba, a lo largo de las calles, la oportunidad de pintar un cartel. Por desgracia, su mano temblaba y tenía que cambiar con frecuencia los cristales de sus anteojos por otros más gruesos; y el vino, al que se había aficionado en Italia, acababa de arrebatarle, junto con el tabaco, la poca seguridad que todavía conservaba su pincelada y de la cual seguía presumiendo. Despechado, se negaba entonces a entregar su obra, echaba a perder todo con demasiados retoques o raspados, hasta que terminaba por abandonar su trabajo. Pasaba largas horas en el fondo de las tabernas llenas de humo como la conciencia de un borracho, en donde algunos de los antiguos alumnos de Rembrandt, que anta...