Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como roja

Muerte de una heroína roja - Qiu Xiaolong

  N ada más volver a su despacho, empezó a sonar el teléfono. Era el   Chino de ultramar.   Lu volvió a contarle que había iniciado con éxito su propio negocio,   El suburbio de Moscú , un restaurante de estilo ruso en la calle Huaihai, cuya carta incluía caviar, consomés y vodka, y unas camareras rusas muy ligeras de ropa que iban de un lado a otro. Parecía satisfecho y muy seguro de sí mismo. Chen no alcanzaba a entender cómo había conseguido tanto en tan poco tiempo. —Entonces ¿los negocios marchan bien? —De maravilla, amigo. Viene un montón de gente durante el día a mirar nuestra carta, nuestra reserva de vodkas y nuestras chicas rusas, altas y pechugonas, con sus blusas y faldas transparentes. —De verdad, tienes mucho ojo para los negocios, Lu. —Como dijo Confucio hace miles de años, «La belleza da hambre». —No, «Es tan bella que uno podría devorarla» —corrigió Chen—. Eso fue lo que dijo Confucio. ¿De dónde has sacado a las rusas? —Vinieron a verme. Un amigo tie...

Nieve, manzanas y cristal azogado - Neil Gaiman

  No sé qué clase de ser sea ella. Nadie lo sabe. Mató a su madre al nacer, pero eso no es suficiente para juzgar. Me llaman sabia pero estoy lejos de serlo, pues todo lo que pude vaticinar fueron fragmentos, momentos congelados atrapados en pilas de agua o en la fría superficie de un trozo de cristal azogado. Si hubiera sido sabia no habría tratado de cambiar lo que vi. Si hubiera sido sabia me habría inmolado antes de encontrarla, antes de haberlo atrapado a él. Sabia, y hechicera, es lo que ellos dicen; y yo había visto su rostro varonil en sueños y en superficies reflejantes durante toda mi vida: dieciséis años de soñar con él antes de que él atara su caballo junto al puente esa mañana y preguntara por mi nombre. Me ayudó a subir en su alto caballo y cabalgamos juntos hacia mi pequeña cabaña, mi cara sepultada en el oro de su cabellera. Él reclamó lo mejor que yo tenía; el derecho de un Rey, hablando con propiedad. Por la mañana su barba era de un rojo cobrizo, y lo reconocí,...