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Cuento del Sepulturero - Lastenia Larriva de Llona

 — ¿La muerte es un bien? — ¿La muerte es un mal? — La muerte es el peor de los males. — ¿Para quién? ¿Para el que muere? ¿Para los que sobreviven? — Para el que deja por siempre esta vida, que por mucho que en contra de ella se diga es siempre amable. — Para los que aquí se quedan, si el que ha muerto era muy amado de ellos. — De la muerte del ser más querido se consuelan todos, más pronto o más tarde. — Es sabia ley de la naturaleza. — Sin embargo, se dan casos… — Cuando existe o sobreviene un desequilibrio mental, las personas de cerebro bien organizado se consuelan siempre. — ¿Es eso un elogio o un reproche? — Ni una ni otra cosa. Es simplemente hacer constar un hecho. — ¿No cree usted que hay muchas personas que desearían ardientemente que resucitaran sus deudos, a ser esto posible? — No, no lo creo. — ¡Escéptico! — ¡Este hombre es terrible! — Desengáñense ustedes: bien están los muertos en sus tumbas. — ¿Se ha muerto usted alguna vez? — Todavía no, pero para cuando llegue el ...

El hombre que amó a una Faioli - Roger Zelazny

       Ésta es la historia de John Auden y la faioli, que nadie conoce mejor que yo. Escúchenla... Sucedió una noche, cuando él estaba paseando (pues no  había motivos para no pasear) por sus sitios favoritos de todo el mundo, cuando vio a la faioli, cerca del Cañón de la Muerte, sentada sobre una roca, mientras que sus alas de luz revoloteaban, revoloteaban, revoloteaban hasta desvanecerse, apareciendo entonces sentada allí una muchacha humana, vestida completamente de blanco y llorando, con largas trenzas negras enrolladas a la cintura. Se aproximó a ella ante la cegadora luz que despedía el moribundo sol, cuando los ojos humanos no podían distinguir distancias ni calcular perspectivas adecuadamente (pero los suyos sí), y apoyando su mano derecha en el hombro de ella y la dijo unas palabras de salutación y consuelo. Fue, sin embargo, como si él no existiera. Continuó su llanto, regando de plata sus mejillas de color de nieve o de hueso. Sus ojos almendra...