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Los amotinados de la Bounty - Julio Verne

Capítulo I El abandono   Ni el menor soplo de aire, ni una onda en la superficie del mar, ni una nube en el cielo. Las espléndidas constelaciones del hemisferio austral se destacan con una pureza incomparable.  Las velas de la Bounty cuelgan a lo largo de los mástiles, el barco está inmóvil y la luz de la Luna, que se va perdiendo ante las primeras claridades del alba, ilumina el espacio con un fulgor indefinible.  La Bounty, velero de doscientas quince toneladas con una tripulación compuesta por cuarenta y seis hombres, había zarpado de Spithead, el 23 de diciembre de 1787, bajo las ordenes del capitán Bligh, un rudo pero experimentado marinero, quien había acompañado al capitán Cook en su último viaje de exploración.  La misión especial de la Bounty consistía en transportar a las Antillas el árbol del pan, que tan profusamente crece en el archipiélago de Taití. Después de una escala de seis meses en la bahía de Matavai, William Bligh, luego de haber cargado e...

El último invierno antes del diluvio - Wlodzimierz Odojewski

A duras penas iban avanzando todo el día en columnas de carros o de personas a pie que iban solas o en grupos, cargando hatillos o tirando de carritos colmados hasta el tope. En el frío, aire seco, puro y sin nada de viento.  Entre dos filas de árboles deshojadas, de cuyas ramas y troncos se exfoliaban trozos de corteza como si fueran cicatrices o chapas de cobre. Todo el día sin parar, siempre en dirección del Oeste. Y finalmente les separaban muchos kilómetros de aquella ciudad. Y ella tal vez ni siquiera le hubiera dicho por lo que había pasado. Y más, si hubiesen seguido el viaje. O si el viaje hubiera durado una noche más. Ya no digamos, un día más. Si se hubieran alejado más de aquel lugar. De aquel recuerdo. Para ya no sentir aquello dentro de su cuerpo. (Entonces seguramente ni siguiera hubiera necesitado decir nada a nadie. Y menos al hombre que era su marido.)  Pero aquel anciano, que por la mañana les había dejado subir a su carro, se acordó de repente que en un pob...