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Mostrando las entradas etiquetadas como Calle

Cuando ganamos la calle - Gustavo Masso

Ahí estábamos matando el sábado, contándonos chistes y vacilando a las  chamacas, adiós mamacita, a qué horas vas al pan, si como las mueves etcétera,  que pasaban a cada rato para ir a la Guadalupana, la tienda de la esquina, a traer  algún mandado, mientras nos gorreábamos unos a otros los cigarros y nos  mentábamos la madre o nos golpeábamos amistosamente. También los escuincles de la cuadra estaban, como de costumbre, jugando  futbol a media calle, driblando de vez en cuando algún coche. Por eso teníamos  que estarnos cuidando de los balonazos, ¡bolita favor...!, que nos llegaban.  Pero  ahora, por más que les aventábamos la bola bien lejos, ¡háganse para allá,  cabrones!, los canijos ya nos habían agarrado de sus tarugos y se la pasaban  chutando con todas sus ganas para acá.  En una de esas le dieron un pelotazo en  la mera jeta al Macuarro, que ese sí es rete enojón, y que se levanta hecho la  madre a perseguirlos, ...

Estocolmo 3 - Amparo Dávila

A pesar de ser otoño hacía un tiempo espléndido la tarde en que yo caminaba por la Colonia Juárez rumbo a la calle de Estocolmo. Allí vivían, en el número 3, desde hacía dos meses, Homero y Betty. Sin embargo, era la primera vez que iba a su nuevo departamento.  Primero había sido la enfermedad de mamá, que me tuvo a su lado todo el tiempo, como sucedía siempre que algo perturbaba su salud, lo que me había impedido visitarlos. Mamá es de esas personas demasiado aprensivas a quienes hay que dedicarse en cuerpo y alma, pues si llegan a sentirse poco atendidas o descuidadas caen en fuertes crisis depresivas que ponen en peligro su recuperación.  Después, por el trabajo rezagado y la intención de ponerlo al corriente se fue pasando el tiempo, y éramos tan amigos que sólo por inconvenientes así se justificaba que hubieran pasado tantos días sin verlos. En el reloj de la Profesa daban las seis de la tarde cuando toqué el timbre de Estocolmo 3. Casi sin aliento llegué hasta el quin...

La calle del Colgado - Leyenda mexicana

En la actual calle de Venustiano Carranza, antes llamada “de la cadena” tuvo lugar un suceso que origin ó la presencia de un espectro, y con é l, esta leyenda. Nos encontramos en los a ñ os finales del siglo xvi . Los vecinos de la Nueva Espa ñ a, integrados por indios, mestizos, espa ñ oles, y frailes peninsulares en su mayor í a, viv í an en permanente temor debido a la gran cantidad de cr í menes que ocurr í an a diario, al parecer ejecutados por el mismo sujeto. Por las noches, en cualquier momento, se escuchaban fuertes alaridos en la calle, que el asesino profer í a mientras escapaba. La poblaci ó n sab í a que se acababa de cometer un crimen y entonces, pon í an seguro a las puertas y ventanas de sus casas con fuertes trancas. Algunas personas lo llegaron a ver. Corriendo, gritando, y a ú n empu ñ ando la daga, el ser terrible parec í a volar entre las calles empedradas. Todos los que lo vieron o escucharon, creyeron que era el demonio. As í , el fraile Zanabria, que en ...