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Mostrando las entradas etiquetadas como Neuman

El pianista holandés - Andrés Neuman

  Recuerdo que llovía. No digo que mucho. Unas gotas. Mientras subíamos la cuesta el aire se enfriaba, porque en esta ciudad, no sé por qué, hace más frío en verano. El mirador ofrecía en bandeja los tejados. Atardecía. Las nubes de colores violentos nos parecieron témperas volcadas. Mezcladas con la llovizna, las ondas de un sonido nos detuvieron: era un piano. Provenía de una de las casas, al pie del mirador. Nos acercamos corriendo al umbral. Durante un rato escuchamos la espléndida, triste melodía de aquel piano.  De repente hubo una pausa, un carraspeo agrio, silencio.  Después la melodía se reanudó. Ella y yo nos miramos intrigados. No sabíamos que por allí viviera ningún pianista. Sentados en el umbral, nos intercambiábamos hipótesis en voz baja: Es un estudiante de conservatorio; no, una profesora aburrida; un concertista ensayando; mejor que eso, un compositor viudo. Nos reímos a carcajadas, pero callamos de inmediato al notar que el piano había enmudecido. Esp...

El postre - Andrés Neuman

Se ajustó por detrás el lazo del delantal y se alisó la falda. Sus manos subrayaron por un momento la forma de los muslos. Alzó una bandeja y se acercó a la mesa donde el cliente de la barba terminaba su almuerzo. Tenía buen apetito, el tipo de la barba. Había pedido un caldo, una ensalada de la casa, un filete de lomo con guarnición y una ración de croquetas.  También había pedido dos veces que le llenaran la cestilla del pan. Ella se inclinó ligeramente y carraspeó. Él levantó la vista: el reflejo borroso de su rostro desapareció de la fuente vacía. -¿Va a pedir alguna otra cosa, señor? El tipo de la barba la miró con aire risueño. -¿Usted cree que puedo tener más hambre? -No sé, señor. No me pagan para interpretar las caras de los clientes, sino para tomarles nota. ¿Va a pedir alguna otra cosa? -No, gracias, no puedo más. -Muy bien. Le traigo la cuenta, entonces. -¡Espere, señorita, espere! Creo que quiero un postre. -¿Un postre? El tipo de la barba miró hacia ambos lad...

Aire - Andrés Neuman

 Persigo instantes únicos. Algún tiempo sin máscara. Un viaje sin destino. Aceptarlo. Eso es todo. Soy paracaidista. La primera vez que salté, me juré que sería la última. No fui capaz de soportar lo que veía. Después ya no supe vivir sin saltar. Cuando siento mi materia cortada por el aire y veo la tierra corriendo a mi encuentro, me vuelvo diáfano y cobarde: pido perdón, suplico, hago promesas. Es extraño el estado que uno alcanza al reencontrar, como por vez primera, la firmeza bajo sus pies. Pero uno echa a andar y se retracta. Olvida que ha rogado, que ha temido, y se envilece poco a poco. Así es como vivimos: nos hemos olvidado de la tierra que hay bajo nuestros pies. Después de la caída, la vida recupera todos sus milagros. Y es fácil olvidarlos. Comenzamos a andar, eso es todo. Entonces hace falta un nuevo salto. Y otro. Y otro. Y muy pronto lo que uno más anhela es dejarse caer. Soy súbdito del aire. Quién pudiera vivir aterrizando. Una dicha, me temo, imposible: en cu...