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El Cascanueces y el rey de los ratones - E. T. A. Hoffmann (parte 4)

El cuento de la nuez dura —La madre de Pirlipat era esposa de un rey, y, por tanto, una reina, y Pirlipat fue princesa desde el momento de nacer. El rey no cabía en sí de gozo con aquella hijita tan linda que dormía en la cuna; mostraba su alegría exteriormente cantando y bailando y dando saltos en un pie y gritando sin cesar: «¡Viva!... ¡Viva! ¿Ha visto nadie una cosa más linda que mi Pirlipatita?».  Y los ministros, los generales, los presidentes, los oficiales de Estado Mayor, saltaban como el señor, en un pie, y decían: «No, nunca». Y hay que reconocer que en aquella ocasión no mentían, pues desde que el mundo es mundo no había nacido una criatura más hermosa que la princesa Pirlipat.  Su rostro parecía amasado con pétalos de rosa y de azucena y copos de seda rosada; los ojitos semejaban azur vivo, y tenía unos bellísimos bucles, iguales que hilos de oro. Además, la princesita Pirlipat había traído al mundo dos filas de dientecillos perlinos, con los que, a las dos horas...