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Cuento del Sepulturero - Lastenia Larriva de Llona

 — ¿La muerte es un bien? — ¿La muerte es un mal? — La muerte es el peor de los males. — ¿Para quién? ¿Para el que muere? ¿Para los que sobreviven? — Para el que deja por siempre esta vida, que por mucho que en contra de ella se diga es siempre amable. — Para los que aquí se quedan, si el que ha muerto era muy amado de ellos. — De la muerte del ser más querido se consuelan todos, más pronto o más tarde. — Es sabia ley de la naturaleza. — Sin embargo, se dan casos… — Cuando existe o sobreviene un desequilibrio mental, las personas de cerebro bien organizado se consuelan siempre. — ¿Es eso un elogio o un reproche? — Ni una ni otra cosa. Es simplemente hacer constar un hecho. — ¿No cree usted que hay muchas personas que desearían ardientemente que resucitaran sus deudos, a ser esto posible? — No, no lo creo. — ¡Escéptico! — ¡Este hombre es terrible! — Desengáñense ustedes: bien están los muertos en sus tumbas. — ¿Se ha muerto usted alguna vez? — Todavía no, pero para cuando llegue el ...

Nuestra Señora de las Golondrinas - Marguerite Yourcenar

El monje Therapion había sido en su juventud el discípulo más fiel del gran Atanasio; era brusco, austero, dulce tan sólo con las criaturas en quienes no sospechaba la presencia de los demonios. En Egipto había resucitado y evangelizado a las momias; en Bizancio había confesado a los Emperadores: había venido a Grecia obedeciendo a un sueño, con la intención de exorcizar a aquella tierra aún sometida a los sortilegios de Pan.  Se encendía de odio cuando veía los árboles sagrados donde los campesinos, cuando enferman de fiebre, cuelgan unos trapos encargados de temblar en su lugar al menor soplo de viento de la noche; se indignaba al ver los falos erigidos en los campos para obligar al suelo a producir buenas cosechas, y los dioses de arcilla escondidos en el hueco de los muros y en la concavidad de los manantiales.  Se había construido con sus propias manos una estrecha cabaña a orillas del Cefiso, poniendo gran cuidado en no emplear más que materiales bendecidos.  Los ca...

El vivo al gozo - Dezohara Bollstadt

Hoy asistí al funeral de un conocido, ni siquiera era amigo cercano, así, apartada del evento, pude observar el comportamiento de las personas. En principio el amigo que me avisó necesitaba de compañía y me “invitó”; en ese caso no me pude negar, porque me lo pidió: “Acompáñame”. Moví mis “principios” de amistad y fui con él, para esto debo decir que ODIO, con mayúsculas, ir a funerales y mucho menos asistir al entierro. Son eventos que no puedo sobrellevar. Cuando pasé por mi amigo a su casa, no le di el pésame, sólo lo abracé y nos fuimos al velatorio. El conocido era su primo, creció con él, eran casi de la misma edad. El primo se convirtió en difunto por quedarse dormido cuando conducía su auto. Mi amigo al que bautizaré Pablo, siempre se quejaba de su primo por ser necio y meterse en problemas, pero se divertía mucho con él, porque era “el alma de la fiesta”. La mamá de Pablo, lo detestaba, era una mala influencia para su hijo: vago, flojo, sin trabajo fijo y ella sabía qu...