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Mostrando las entradas etiquetadas como maestro

El examen del señor De Pauli - Iban Zaldua

    El tiempo, señores, es muy importante. En un examen, cómo les diría yo, el tiempo es casi lo primero, y no me estoy refiriendo al atmosférico, lo digo por los graciosos que se han puesto a mirar por la ventana.       El tiempo, redundo, es casi más importante que el contenido. Hablo, como pueden ustedes suponer, más de su ahorro que del transcurrir de los minutos en sí.       La rapidez, la agilidad que ustedes lleguen a desarrollar son, por lo tanto, factores fundamentales. Son el reflejo más neto y exacto de su actividad mental, el barómetro que mide si han aprovechado o no el curso. La sal de la evaluación.       Por supuesto, espero que no osen copiar a sus compañeros, ni hacer uso alguno de esos adminículos que el vulgo denomina chuletas : les advierto que les estaré vigilando desde la sala contigua, y que el circuito cerrado de televisión me informará de cualquier anomalía.       Si ...

Cómo se salvó Wang‑Fô - Marguerite Yourcenar

     Avanzaban lentamente, pues Wang ‑ Fô se detenía durante la noche a contemplar los astros y durante el día a mirar las libélulas. No iban muy cargados, ya que Wang ‑ Fô amaba la imagen de las cosas y no las cosas en sí mismas, y ningún objeto del mundo le parecía digno de ser adquirido a no ser pinceles, tarros de laca y rollos de seda o de papel de arroz.       Eran pobres, pues Wang ‑ Fô trocaba sus pinturas por una ración de mijo y despreciaba las monedas de plata. Su discípulo Ling, doblándose bajo el peso de un saco lleno de bocetos, encorvaba respetuosamente la espalda como si llevara encima la bóveda celeste, ya que aquel saco, a los ojos de Ling, estaba lleno de montañas cubiertas de nieve, de ríos en primavera y del rostro de la luna de verano.      Ling no había nacido para correr los caminos al lado de un anciano que se apoderaba de la aurora y apresaba el crepúsculo. Su padre era cambista de oro; su madre era la hija únic...

Médico y maestro - Cuento alemán

  Cuando el tremendo pícaro alemán Till Eulenspiegel llegó a Nuremberg, lo primero que hizo fue poner carteles en las puertas de las iglesias presentándose como un famoso médico capaz de curar toda clase de enfermedades. Lo cierto es que en el hospital de Nuremberg había muchos enfermos; demasiados. El director estaba preocupado y pensó que nada perdería con probar. Se encontró con Till y le preguntó si podía hacer algo por sus pacientes. –Por quinientas monedas de plata –aseguró Till–, puedo curarlos a todos. El director del hospital, por supuesto, no le creyó una palabra. Pero tenía curiosidad por saber cómo se las arreglaría ese farsante para hacerse pasar por médico. –Está bien –le dijo–. Podemos pagar las quinientas monedas, pero sólo después de ver con mis propios ojos que los pacientes están sanos y fuera del hospital. Till Eulenspiegel fue de inmediato al hospital, donde revisó cuidadosamente a los enfermos, uno por uno. Antes de despedirse, hacía jurar al enfermo...