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La novia del espectro - William Harrison Ainsworth

El Castillo de Hernswolf, a fines del año 1655, era el centro de la moda y la alegría. El barón del mismo nombre era el más poderoso noble en Alemania, e igualmente celebrado por los logros patrióticos de sus hijos, y la belleza de su única hija.  El Estado de Hernswolf, que estaba situado en el centro de la Selva Negra, le había sido otorgado por la nación en reconocimiento a uno de sus ancestros, y pasado de mano en mano con otras posesiones hereditarias a la familia del dueño actual.  Era una mansión almenada, de estilo gótico, construida acorde a la moda de la época, en el más grandioso estilo arquitectónico, y consistía principalmente de oscuros corredores ventosos, y habitaciones tapizadas en forma de bóveda, magníficas en su tamaño por cierto, pero que poco satisfacían las necesidades de confort, dada la circunstancia extrema de su lúgubre magnitud.  Un oscuro bosquecillo de pinos y fresnos de montaña rodeaban el castillo por todos lados, y proyectaban un aspecto t...

Rincón de la poesía: La novia de Corinto - Wolfgang Von Goethe

Procedente de Atenas, a Corinto llegó un joven que nadie conocía. Y a ver a un ciudadano dirigióse, amigo de su padre, y dizque habían ambos viejos la boda concertado, tiempos atrás, del joven con la hija que el cielo al de Corinto concediera.   Pero es sabido que debemos caro pagar toda merced que nos otorguen. Cristianos son la novia y su familia; cual sus padres, pagano es nuestro joven. Y toda creencia nueva, cuando surge, cual planta venenosa, extirpar suele aquel amor que había en los corazones.   Rato hacía ya que todos en la casa, menos la madre, diéranse al reposo. Solícita recibe aquélla al huésped y lo lleva al salón más fastuoso. Sin que él lo pida bríndale rumbosa vino y manjares, exquisito todo, y con un "buenas noches" se retira.   No obstante ser selecto el refrigerio, apenas si lo prueba el invitado; que el cansancio nos quita toda gana, y vestido en el lecho se ha tumbado. Ya se durmió... Pero un extraño huésped, por la entornada puerta deslizándose, a d...

La novia del hombre caballo - Lord Dunsany

La mañana en que cumplía doscientos cincuenta años, Shepperalk el centauro se dirigió al arca dorada, en donde los centauros guardaban sus tesoros, y cogiendo de ella el amuleto que su padre, Jyshak, había extraído en sus años mozos de la montaña dorada, y engastándolo con ópalos trocados a los gnomos, se lo puso en la muñeca y, sin decir palabra, fue a la cueva de su madre.  Y también se llevó con él el clarín de los centauros, la famosa trompa de plata, que en su tiempo había conminado a la rendición a diecisiete ciudades de los Humanos, y que durante veinte años había sonado frente a las murallas rodeadas de estrellas en el Sitio de Tholdenblarna, baluarte de los dioses, cuando los centauros libraron su fabulosa guerra y no fueron batidos por las armas, sino que se retiraron lentamente envueltos en una nube de polvo antes de producirse el decisivo milagro de los dioses que aquéllos trajeron ante su desesperante carencia de arsenal propio.  Tomó su clarín y se alejó a grande...

La sala de espera - R. V. Cassill

Una lluvia cálida y prometedora se abatía so­bre el autocar que hacía el trayecto entre Wash­ington y el empalme de Marengo. La nieve se estaba deshaciendo. El agua corría ennegrecida en las cunetas y entre las matas y los setos que bordeaban la carretera. Mary Adams estaba sen­tada con la cara pegada a la ventanilla, admiran­do la forma en que actuaba fuera la lluvia, y sa­boreando aún el estar sentada sin mojarse dentro del abrigo de acero del autocar, del abrigo de sus agradables ropas, y del impalpable abrigo de re­gresar a la universidad con un anillo de compro­miso regalado por Joe Perry. Le faltaba una espera de diez minutos en el empalme de Marengo, cuarenta y cinco minutos más en un autobús hasta la terminal de Iowa City, seis más en taxi, uno andando, dos minutos para subir la escalera y estaría en su habitación de los dormitorios. Allí podría estar tendida en cama to­da la noche, oyendo cómo la nieve se fundía con la lluvia, al otro lado de su ventana. Podría dormirse con ...