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El secretario del fantasmagórico Club Elí­seo - Lord Dunsany

Creo haber contado que en nuestro club existe la costumbre de conversar de jardinería en prima­vera y verano, o mejor dicho, de escuchar la expli­cación de lo que los diversos miembros han hecho en sus jardines, o del nacimiento sumamente tem­prano de una planta, o de su increíble tamaño en el jardín de cualquiera de nosotros; pero cuando llega la estación de las nieblas y el sol se pone de­trás de los edificios antes de que termine el al­muerzo, acostumbramos a contar historias más en­tretenidas con el fin de impedir que alguien se duer­ma delante de la chimenea o que todos los miem­bros vayan marchándose, alegando algún asunto tedioso. Fue en una de estas ocasiones, cuando uno de nuestro grupo, sentado ante el fuego, y que pa­recía a punto de dormirse, abrió de pronto los ojos y exclamó: –¡Por favor, que alguien nos hable de algún sitio donde aún brille el sol! Entonces oí que Jorkens respiraba con fuerza. Pero antes de que pudiese hablar, se oyó la voz de Terbut: –Y que se tra...

Lucía Rivadeneyra

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He decidido arrancarme la memoria a puñetazos.

El Vampiro - Heinrich August Ossenfelder

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Mi querida y joven doncella se alza Inflexible, rápida y firme En todos los viejos arcanos De una madre siempre verdadera; Como en los vampiros inmortales, La gente de estos portales Cree con la fe de los mercenarios. Pero mi Christine derrocha su tiempo, Y desgasta de mi amor su lamento, Hasta que yo mismo, vengado, Brinde a la salud del vampiro En la pálida copa de los reptiles. Y cómo al dormir eres delicada Hasta ti llegaré arrastrándome, Y la sangre de tu vida será drenada. Así podrías en vano temblar Pues en la penumbra he de besarte, Y sobre el umbral de la muerte Cruzarás con espanto, Envuelta en mis fríos brazos. Por último os preguntaré, Oponiendo este mundo que se abre ¿Cuáles son los encantos de tu madre?

Las letanías de Satán - Charles Baudelaire

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¡Oh Tú, el más sabio y el más bello de los Ángeles, Oh Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas! Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria! Oh Príncipe del Exilio, a quien se le ha hecho un agravio, y que vencido, siempre te levantas más fuerte, Oh Satán ten piedad de mi larga miseria! Tú que lo sabes todo, gran rey de las cosas subterráneas, sanador familiar de las angustias humanas, Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria! Tú que, lo mismo a los leprosos que a los parias malditos, enseñas por amor el gusto del Paraíso, Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria! Tú que de la Muerte, tu vieja y fuerte amante, engendras la Esperanza -una loca encantadora! Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria! Tú, que haces al proscrito esta mirada calma y alta, que condena todo un pueblo alrededor de un cadalso, Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria! Tú que sabes en qué ángulos de las tierras envidiosas, el Dios celoso...