La piedra del diablo - Beatrice Heron-Maxwell
Declinaba ya una tarde templada y crepuscular de un día particularmente cálido, vaporoso y apacible en Aix-les-bains, en Saboya, cuando atravesé el jardín del hotel dispuesta a dar un lánguido paseo por las calles de la pequeña ciudad. Estaba harta de no tener nada que hacer ni nadie con quien hablar; los otros huéspedes del hotel eran en su mayoría extranjeros y, al margen de eso, carecían por completo de interés; en cuanto a mi padre, era casi como si no existiera para mí en ese momento, hasta que su «camino» hubiese terminado. Se pasaba el día, desde primera hora de la mañana hasta que la tarde lo cubría todo de rocío, sumergido en el agua, por fuera, por dentro o de las dos formas; y más allá de alguna ocasión en que lo veía fugazmente, ataviado con un traje que le daba apariencia de jeque árabe y llevado en silla de manos con gran pompa hacia los baños o de vuelta de ellos, yo era, metafóricamente hablando, huérfana hasta la table d’hôte . Cuando cruzaba la terraza, alguien...