Retransmisión eterna - Eric Frank Russell
Por la gran cinta de cemento de la pista venía rugiendo el Stutz Special de doble cilindrada de Sampson. Detrás, acortando gradualmente la distancia que los separaba, tronaba el «Bala de Plata», piloteado por Stanley Ferguson. Las exclamaciones de aliento de una multitud de aficionados eran ahogadas por los crecientes bramidos de los escapes que echaban llamas, mientras los dos punteros se lanzaban hacia el final de la recta. Los banderines se agitaban retrasados en las tribunas como juncos en los remolinos de una corriente tormentosa. Ambos corredores eran locos por la velocidad, y como locos tomaron la curva final. En lo alto del codo se separaron sonoramente, Ferguson tratando de pasar con la trompa de su coche la cola del otro, Sampson empleando toda su fibra para impedir que lo pasara. Las ruedas, con veloces sombras por rayos, giraban vertiginosamente a un pie del borde del terraplén. Entonces sucedió. Una rueda salió fuera del borde, arañó desesperadamente en el vací...