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La perla - Yukio Mishima

El 10 de diciembre era el cumpleaños de la señora Sasaki. La señora Sasaki deseaba celebrar el acontecimiento con el menor ajetreo posible y solamente había invitado para el té a sus más íntimas amigas, las señoras Yamamoto, Matsumura, Azuma y Kasuga, quienes contaban exactamente la misma edad que la dueña de casa. Es decir, cuarenta y tres años. Estas señoras integraban la sociedad "Guardemos nuestras edades en secreto" y podía confiarse plenamente en que no divulgarían el número de velas que alumbraban la torta. La señora Sasaki demostraba su habitual prudencia al convidar a su fiesta de cumpleaños solamente a invitadas de esta clase. Para aquella ocasión la señora Sasaki se puso un anillo con una perla. Los brillantes no hubieran sido de buen gusto para una reunión de mujeres solas. Además, la perla combinaba mejor con el color de su vestido. Mientras la señora Sasaki daba una última ojeada de inspección a la torta, la perla del anillo, que ya estaba algo floja, term...

De padre a hijo - Italo Calvino

Pocos bueyes, en nuestros pagos. No hay prados donde pastar, ni campos grandes para arar: sólo ortigas para el ramoneo y breves franjas de una tierra que únicamente se rompe con la zapa. Además los bueyes y las vacas, anchos y plácidos como son, desentonarían en estos valles angostos y abruptos; aquí hacen falta animales flacos, puro tendón, que anden por las piedras: mulas y cabras. El buey de los Scarassa era el único de la quebrada y no desentonaba: era más fuerte y dócil que un mulo, un pequeño buey rechoncho y robusto, de carga; se llamaba Morettobello. Los dos Scarassa, padre e hijo, se ganaban la vida con el buey, haciendo viajes para los diversos propietarios del valle, llevando los sacos de trigo al molino, o las hojas de palma a los floristas, o las bolsas de abono de la cooperativa. Aquel día Morettobello se balanceaba bajo la carga equilibrada en los dos extremos de la albarda: leña de olivo para vender a un cliente de la ciudad. De la anilla que atravesaba las narices neg...

Pensar como un dinosaurio - James Patrick Kelly

Kamala Shastri regresó a este mundo igual que lo había abandonado: desnuda. Salió del ensamblador tambaleándose, tratando de mantener el equilibrio en la delicada gravedad de la Estación Tuulen. La sujeté y, con un solo movimiento, la envolví con una bata; luego la conduje suavemente hacia el flotador.  Tres años en otro planeta habían transformado a Kamala. Estaba más esbelta, más musculosa. Ahora tenía las uñas de dos centímetros de largo y cuatro cicatrices de incisiones paralelas en la mejilla izquierda que quizás respondían a algún concepto gendiano de la belleza. Este sitio, tan familiar para mí, parecía provocarle casi un estado de shock. Era como si dudara de las paredes y fuera escéptica del aire. Había aprendido a pensar como una alienígena. - Bienvenida. - Al tiempo que la acompañaba por el pasillo, el susurro del flotador se transformó en un *wuush*. Tragó saliva con fuerza y pensé que se echaría a llorar. Tres años antes lo hubiera hecho. Muchos migradores se sient...