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Los crímenes van sin firma - Adolfo L. Pérez Zelaschi

En la vida, lo principal es ser inteligente. Por eso, cuando el croupier se llevó mis dos últimas fichas de quinientos y decidí matar a mi socio Froebel —como lo tenía meditado—, hube de hacerlo de manera inteligente. Es decir, en la misma forma como había distraído de las cuentas sociales —yo atiendo los asuntos administrativos y contables, en tanto que Froebel anda de aquí para allá ocupado con los clientes— varios miles de pesos al año, los que hasta entonces repuse realizando negocios por mi cuenta y también inteligentes. Pero ahora Froebel sospechaba algo. En esos días lo vi revisar los libros, y cerrados con aire vacilante. Sin duda no entendía nada, porque yo complicaba a propósito la contabilidad, y él no conoce estas cosas. Con todo, dijo a Lys —nuestra secretaria, la única empleada que tenemos— que quería revisar él mismo los resúmenes de cuenta corriente que trimestralmente nos enviaban los bancos.  Tal vez él llevara alguna contabilidad sumaria como la de los almacene...

Yo anduve con un zombi - Inez Wallace

    Haití, esa oscura y misteriosa isla, en la que han surgido figuras tan increíbles como Christophe —el Napoleón negro—, de fama mundial; donde los ritos del vudú unen al hombre con lo sobrenatural de tal forma que escapa al entendimiento... Haití nos ofrece aún otro fenómeno que confunde a los grandes pensadores y científicos de nuestros días. Cuando visité la isla por primera vez y escuché las historias que voy a relatar, me negué a creerlas. No culparé a nadie por dudar al término de este relato. Pero hoy en día, expresado fríamente en los libros de leyes de la República, se reconoce oficialmente la existencia de una práctica de magia metafísica, posiblemente la más repugnante que se pueda imaginar. El artículo 249 del Código Penal de Haití, establece lo siguiente: “Se calificará de intento de asesinato el empleo de sustancias químicas contra cualquier persona a la que, sin causarle la muerte, se le produzca un coma letárgico más o menos profundo. Si, después d...

El segundo viaje a Marte - Ward Moore

    Hasta que su informe fue conocido, se consideraba a la expedición a Marte que Murphy, Gobiniev, Langois, Alameda y Mutsuhara llevaron a cabo en 2002 como la primera realizada con éxito. La verdad es que el primer viaje lo consumó de modo completamente accidental, en 1887, el año de las bodas de oro de la reina Victoria, un tal Humphrey Beachy-Cumerland. Su nombre completo era Humphrey Howard Clarence Beachy-Cumberland, y era pariente lejano -muy lejano- de los Churchill, a quienes consideraba más bien como advenedizos. Él no tenía título, y alimentaba sobre la dignidad de par ideas muy poco halagüeñas. Había habido Beachy en Agincourt y Cressy, y Beachy-Cumberland fue nombre distinguido en Naseby y Ramíllies, Prestonpans y Salamanca. No estaba dispuesto a cambiarlo por un lord Fulánez o un conde de Nosédónde. A los veinticinco años -había nacido uno después de la muerte del príncipe consorte- poseía ya sólidos principios. Tenía un marcado interés por el progreso ...