El Cascanueces y el rey de los ratones - E. T. A. Hoffmann (parte 5)
T í o y sobrino Si alguno de mis lectores u oyentes se ha cortado con un cristal, sabr á por experiencia lo malo que es y lo que tarda en curarse. Mar í a tuvo que pasarse una semana en la cama, porque en cuanto trataba de levantarse se sent í a muy mal. Al fin, sin embargo, se puso buena, y pudo, como antes, andar de un lado para otro. En el armario de cristales todo estaba muy bonito, pues hab í a á rboles y flores y casas nuevas y tambi é n preciosas mu ñ ecas. Pero lo que m á s le agrad ó a María fue encontrarse con su querido Cascanueces, que le sonre í a desde la segunda tabla, ense ñ ando sus dientecillos nuevos. Conforme estaba mirando a su preferido, record ó con tristeza todo lo que el padrino les hab í a contado de la historia de Cascanueces y de sus disensiones con la se ñ ora Ratona y su hijo. Ella sab í a que su mu ñ equito no pod í a ser otro que el joven Drosselmeier de Nuremberg, el sobrino querido de su padrino, embrujado por la se ñ ora Ratona. Y tamp...