Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como bebé

Terrible, cuando piensa uno en ello - Graham Greene

Cuando el niño me miró y guiñó los ojos desde su cesto de mimbre, depositado en el asiento frente al mío y en algún lugar entre Reading y Slough, me sentí incómodo. Era como si hubiera descubierto mi oculto interés. Es terrible lo poco que cambiamos. Con mucha frecuencia un antiguo conocido, alguien con quien no nos hemos cruzado en cuarenta años, desde que ocupaba un pupitre lleno de cicatrices y manchado de tinta no lejos del nuestro, nos para en la calle con su inoportuna memoria.  Ya de niños llevamos el futuro en nosotros. La ropa no puede cambiarnos, las ropas son el uniforme de nuestro carácter y nuestro carácter cambia tan poco como la forma de la nariz y la expresión de los ojos. En los trenes mi afición ha sido siempre descubrir en los rasgos de un niño al hombre futuro, el que frecuenta los bares, el que vagabundea por las calles, el que asiste a bodas elegantes.  Sólo hay que imaginarlo con la gorra de género o el sombrero de copa gris, el uniforme del triste, aleg...

Kitty descubre su poder - Paula Harrison

 Al día siguiente, cuando Kitty se despertó, su madre le estaba apartando el pelo de la cara. Se sorprendió al ver que estaba en el asiento junto al alféizar de la ventana y no en la cama. Entonces recordó todo lo que había pasado la noche anterior. Miró hacia la ventana abierta, pero el gatito ya no estaba allí.  —Buenos días, Kitty —la saludó su madre—. Parece que anoche viviste una aventura.  Kitty miró su traje de superheroína.  —¡Fue increíble! Un gato que se llama Fígaro vino buscándote. Era una emergencia, así que fui a ayudar yo en tu lugar.  —¿Te hago el desayuno y me lo cuentas todo? —dijo su madre.  —¡Ay, sí, por favor! Pero… —Kitty se asomó afuera con la frente arrugada—. ¿Ves por ahí a un gatito anaranjado? Cuando me fui a dormir estaba aquí, en el alféizar.  Apartó la manta, se asomó por la ventana y escuchó con atención. Solo se oían los cantos de los pajaritos y los coches que pasaban por la calle. A Kitty se le cayó el alma a los ...

El enemigo - Antón Chéjov

Es de noche. La criadita Varka, una muchacha de trece años, mece en la cuna al nene y le canturrea:   «Duerme, niño bonito, que viene el coco...»   Una lamparilla verde encendida ante el icono alumbra con luz débil e incierta. Colgados a una cuerda que atraviesa la habitación se ven unos pañales y un pantalón negro. La lamparilla proyecta en el techo un gran círculo verde; las sombras de los pañales y el pantalón se agitan, como sacudidas por el viento, sobre la estufa, sobre la cuna y sobre Varka.   La atmósfera es densa. Huele a piel y a sopa de col.   El niño llora. Está hace tiempo afónico de tanto llorar; pero sigue gritando cuanto le permiten sus fuerzas. Parece que su llanto no va a acabar nunca.   Varka tiene un sueño terrible. Sus ojos, a pesar de todos sus esfuerzos, se cierran, y, por más que intenta evitarlo, da cabezadas. Apenas puede mover los labios, y se siente la cara como de madera y la cabeza pequeñita cual la de un alfiler.   «Duerme, ni...

Tini - Eduardo Wilde

-¿Cómo va la enferma? - dijo el médico, entrando a una pieza en la que varias personas hablaban en voz baja. -No está bien - contestó una de ellas. -Perfectamente - repuso el doctor y penetró con precaución en la habitación contigua, que era un espacioso dormitorio, bien amueblado y dotado de cortinas dobles, alfombras blandas y lujosos adornos. Una lámpara opaca alumbraba escasamente con su luz indecisa el aposento, cuya atmósfera denunciaba la presencia de perfumes y la per­manencia de personas cuidadas; había olor a recinto habitado por dama distinguida. La enferma se hallaba acostada de espaldas, en un lecho limpio y acomodado. Su semblante estaba pálido, sus labios algo descoloridos. Una cofia blanca aprisionaba sus cabellos, una bata bordada cubría su pecho; sus manos finas, blancas y suaves salían de entre un capullo de encajes que parecían un montón de espuma. Había en su persona un poco de esa coquetería permitida que tienen todas las muje­res de buena cuna y que ost...

Pasteles de bebé - Neil Gaiman

Hace unos años todos los animales se fueron. Nos despertamos una mañana y ya no estaban allí. Ni siquiera nos dejaron una nota o nos dijeron adiós. Nunca acabamos de entender adónde se habían ido. Los echábamos de menos. Algunos pensamos que el mundo se había acabado, pero no era así. Sencillamente, no había más animales. Ni gatos, ni conejos, ni perros, ni ballenas, ni peces en los mares, ni aves en los cielos. Estábamos completamente solos. No sabíamos qué hacer. Vagamos perdidos un tiempo y entonces alguien señaló que, sólo porque ya no había animales, no teníamos por qué cambiar nuestras vidas. No teníamos por qué cambiar nuestras dietas o dejar de poner a prueba productos que podrían hacernos daño. Después de todo, aún quedaban los bebés. Los bebés no saben hablar. Apenas se pueden mover. Un bebé no es una criatura racional y pensante. Hicimos bebés. Y los usamos. Algunos nos los comimos. La carne de bebé es tierna y suculenta. Los despellejamos y nos decor...