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Los curiosos - Juan Gabriel Vásquez

Durante la mañana comenzamos a darnos cuenta de que ya éramos varios, pero nadie puede asegurar ahora quiénes llegaron primero y quiénes después, nadie puede establecer esas primogenituras banales.  Siempre ocurre igual en el lugar de una tragedia: los curiosos se van agolpando poco a poco, sin método ni constancia, como el agua acumulada, y de repente hay una multitud donde antes había solo un vagabundo desocupado. Y así nos ocurrió a nosotros junto al río Medellín.  Podemos pensar que los primeros llegaron a la orilla y se pararon entre la hierba crecida, sin saber muy bien dónde pisaban -sintiendo en las suelas de los zapatos la superficie incierta y barrosa de la ribera-, y manteniendo siempre varios metros de distancia con la línea de bomberos, para no estorbar.  Los siguientes buscaron un espacio debajo del puente, en la plataforma de concreto donde nacen los pilares, porque desde ese lugar se tiene una mejor visión de las maniobras, y en algún momento alguien pen...

Llorando silencio - Eduardo Vaquerizo

No quedaba futuro. Se había agotado entre las dunas amarillas, gastado en intentar arraigar árboles de los que nada quedaba, en crear mares convertidos ahora en inmensas salinas, en criar ciervos que pastasen en llanuras mojadas por la lluvia. No quedaba futuro. Todo el que tenía lo sentía escurrirse entre los dedos, cada milisegundo un granito de arena cosquilleando su piel, resbalando por ella hasta que el viento se lo llevaba. Lo dejaba irse, ¿qué hubiera podido hacer? Solo levantar la cabeza y sentir el desgarrador brillo violeta del sol, una lluvia de radiación desnuda cayendo desde un cielo azul, límpido como la superficie de un metal pulido. Se movió arrastrando los pies, creando surcos paralelos en el polvo amarillo. Ni siquiera sus huellas durarían, el viento las borraría. La decepción no tenía limites, se sentía tan vacía como aquella planicie que  se prolongaba dentro de su pecho hasta nivelar todos los resquicios, todas las memorias y anhelos.    Hubiera llo...

Ejércitos - Eduardo Vaquerizo

  Se levantó del barro luchando contra la viscosidad, temblándole las rodillas, resbalando una y otra vez sobre la arcilla empapada de una pequeña ladera rodeada de pinos. Se miró el cuerpo. Estaba cubierto por una complicada cota de cuero curtido y remachado en hierro. La suciedad opacaba el metal de los clavos. Hacia calor. La luz de lo alto,   en el cielo grisáceo, le dañaba los ojos haciéndole parpadear. No tenía idea ninguna en su mente, solo remolinos de emociones apenas formuladas qué giraban caóticamente sin lograr asirse a nada. Notó un tirón en el pelo y se tocó una enorme costra de sangre semicoagulada en una sien. Nada mas hacerlo fue consciente del intenso latido de dolor que le sacudía todo ese costado de la cabeza.   Estaba herido. A su lado había un largo objeto de metal. Sin saber porque, lo cogió y comenzó a andar. El cielo le deslumbraba con su intensa palidez lechosa. Debía ser poco más de mediodía. Los pinos goteaban agua y de vez en cuando alguna...