Entradas

Mostrando entradas de 2025

El Pescador - John Langan

 Dan frunció el ceño y entreabrió la boca, con todos esos colmillos curvos que se replegaron un momento después. —Tú me hiciste esto —dijo, con la boca ya despejada—. Lo que soy es fruto de tus propias manos. De manera inesperada, una ola de compasión amenazó con cubrirme por completo. Me la tragué. —Lo que tú eres es el resultado de tus propias acciones —le solté—. Ahora vete. —No es tan sencillo —replicó Dan—. He recorrido un largo trecho para verte, Abe, un camino increíblemente largo. No puedes pedirme que me vaya a los dos segundos de haber venido. —No creo que las reglas de la hospitalidad sean extensibles a los monstruos —repuse. —Abe —dijo Dan, con la cara transfigurándose en un semblante inhumano—, estás empezando a herir mis sentimientos. —Dan —exclamé—, vete de aquí. Cualesquiera que fueran las palabras que intentaba articular no conseguían emerger de su boca por la presión de los colmillos. Su habla se volvió gutural, un ruido áspero y chirriante que me rasgaba los oído...

El Castillo de Otranto - Horace Walpole

  Mientras tanto, el príncipe había salido al patio y ordenado que se abrieran de par en par las puertas del castillo para recibir al desconocido caballero y a su séquito. A los pocos minutos llegó la cabalgata. La precedían dos heraldos con varas. Iba luego otro heraldo, seguido por dos pajes y dos trompetas. A continuación, un centenar de guardias a pie y otros tantos caballos. Detrás, cincuenta infantes vestidos de escarlata y negro, los colores del caballero. Después, un caballo enjaezado. Sendos heraldos flanqueaban a un caballero en su montura, llevando un gallardete con las armas de Vicenza y de Otranto cuarteladas, circunstancia que ofendió mucho a Manfredo, si bien reprimió su resentimiento. Dos pajes más. El confesor del caballero rezando el rosario. Otros cincuenta infantes, ataviados como los anteriores. Dos caballeros con armadura completa, con la visera bajada, camaradas del caballero principal. Los escuderos de estos dos caballeros, llevando sus escudos y divisas. ...

Muerte de una heroína roja - Qiu Xiaolong

  N ada más volver a su despacho, empezó a sonar el teléfono. Era el   Chino de ultramar.   Lu volvió a contarle que había iniciado con éxito su propio negocio,   El suburbio de Moscú , un restaurante de estilo ruso en la calle Huaihai, cuya carta incluía caviar, consomés y vodka, y unas camareras rusas muy ligeras de ropa que iban de un lado a otro. Parecía satisfecho y muy seguro de sí mismo. Chen no alcanzaba a entender cómo había conseguido tanto en tan poco tiempo. —Entonces ¿los negocios marchan bien? —De maravilla, amigo. Viene un montón de gente durante el día a mirar nuestra carta, nuestra reserva de vodkas y nuestras chicas rusas, altas y pechugonas, con sus blusas y faldas transparentes. —De verdad, tienes mucho ojo para los negocios, Lu. —Como dijo Confucio hace miles de años, «La belleza da hambre». —No, «Es tan bella que uno podría devorarla» —corrigió Chen—. Eso fue lo que dijo Confucio. ¿De dónde has sacado a las rusas? —Vinieron a verme. Un amigo tie...