El Pescador - John Langan
Dan frunció el ceño y entreabrió la boca, con todos esos colmillos curvos que se replegaron un momento después. —Tú me hiciste esto —dijo, con la boca ya despejada—. Lo que soy es fruto de tus propias manos. De manera inesperada, una ola de compasión amenazó con cubrirme por completo. Me la tragué. —Lo que tú eres es el resultado de tus propias acciones —le solté—. Ahora vete. —No es tan sencillo —replicó Dan—. He recorrido un largo trecho para verte, Abe, un camino increíblemente largo. No puedes pedirme que me vaya a los dos segundos de haber venido. —No creo que las reglas de la hospitalidad sean extensibles a los monstruos —repuse. —Abe —dijo Dan, con la cara transfigurándose en un semblante inhumano—, estás empezando a herir mis sentimientos. —Dan —exclamé—, vete de aquí. Cualesquiera que fueran las palabras que intentaba articular no conseguían emerger de su boca por la presión de los colmillos. Su habla se volvió gutural, un ruido áspero y chirriante que me rasgaba los oído...