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 Te invito a que descubras el horror personal en estos cuentos breves.  ¡Te encantarán!   https://www.amazon.com.mx/dp/B07G3J984M?fbclid=IwAR0cDHl7nGr3cnmLo_WN7x4HQGYBZQHpfa_yABdiCOeK4IzzFBE6b5sz-30

Mr. Bergeret - Leopoldo Lugones

Quizá, propuso el célebre profesor, con cautela de quien se arriesga y no a formular una teoría, quizá la idea de Dios proviene de la invención del espejo. Cuando el hombre pudo ver su imagen, comprendió la posibilidad de que existieran seres reales e incorpóreos a la vez. En suma, todo lo sobrenatural está ahí. Aquello explica el don de la ubicuidad, y hasta el misterio de la trinidad inclusive. En el espejo, soy simultáneamente uno y doble. Basta un sencillo bisel para transformarme en trino y uno.

Nasrudim y el forzudo - Cuento del Cercano Oriente

  En la aldea donde vivía Nasrudim había un hombre que se jactaba de ser el más fuerte entre los fuertes. Siempre estaba molestando a sus vecinos y nadie se atrevía con él. –¿Es cierto que tienes tanta fuerza? –le preguntó un día el sabio Nasrudim Avanti. –Puedo levantar una piedra de doscientos kilos –dijo el forzudo– ¡y arrojarla por encima de la pared de tu patio! –Muy bien. Entonces, te desafío. Mañana veremos quién puede más. El forzudo se fue riéndose. Nasrudim era un hombre mayor, con un vientre abultado, que nunca se había destacado por sus condiciones físicas. Jamás podría ganarle. Al día siguiente, Nasrudim había invitado a varios vecinos para que presenciaran la prueba. –La prueba consiste en arrojar algo al otro lado de la pared de mi patio. –¡Puedo levantar y tirar por el aire el más pesado de tus arcones lleno de piedras! –rió, desdeñosamente, el forzudo. –No te preocupes, te voy a dar algo mucho más liviano. Lo que quiero que tires al otro lado de la ...

Primeros amores - Sivela Tanit

Cuando era adolescente me enamoré, era de esos amores primeros, que consideras únicos y eternos, con los que te vez en tu futuro con esa persona. Es un amor tierno, porque es el primero, es un amor confiado porque te entregas con todo tu corazón y alma… y termina. Entonces se guardan palabras en el silencio y el dolor te va carcomiendo, se guardan lágrimas y furias, se bebe la nostalgia del beso lleno de esperanza, se desvanecen los sueños de la luz futura y todo queda en un adiós. En mi visión de infancia me quedé sola, sentí mi primer desamparo y dejé que el espíritu de la nostalgia y el drama envolvieran mi naturaleza,   comencé a adorar la forma en el que viento chocaba con mi rostro, eso me hacía sentir que volaba; amé el silencio y escuché todas las voces de mi cabeza y me asustó reconocer la cantidad infinita de cosas que habitaban en mí. Abracé lo que en ese momento de tragedia entendí como mis “demonios interiores” odiaba el dolor que dejan las ausencias, sentía ...

El gato negro - Edgar Allan Poe

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que baroques. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. ...

El Ruiseñor y la Rosa - Óscar Wilde

 —Ella me prometió que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas —murmuró el Estudiante—; pero en todo el jardín no queda ni una sola rosa roja. El Ruiseñor le estaba escuchando desde su nido en la encina, y lo miraba a través de las hojas; al oír esto último, se sintió asombrado. —¡Ni una sola rosa roja en todo el jardín! —repitió el Estudiante con sus ojos llenos de lágrimas—. ¡Ay, es que la felicidad depende hasta de cosas tan pequeñas! Ya he estudiado todo lo que los sabios han escrito, conozco los secretos de la filosofía y sin embargo, soy desdichado por no tener una rosa roja. —Por fin tenemos aquí a un enamorado auténtico —se dijo el ruiseñor—. He estado cantándole noche tras noche, aunque no lo conozco; y noche tras noche le he contado su historia a las estrellas; y por fin lo veo ahora. Su cabello es oscuro como la flor del jacinto, y sus labios son tan rojos como la rosa que desea; pero la pasión ha hecho palidecer su rostro hasta dejarlo del color del marfil, y la tris...

La Llave Dorada - Hermanos Grimm

  Zagal, que era muy pobre, tuvo que salir, tras la gran nevada invernal, en su trineo, a por leña. Y cuando ya la había reunido y la había cargado, como tenía tantísimo frío, en lugar de irse a su casa quiso antes encender un fuego y calentarse un poco. Cavó en la nieve y cuando estaba limpiando el suelo encontró una llave dorada. Enton­ces pensó que donde estaba la llave tenía que estar tam­bién la cerradura correspondiente, y siguió cavando y encontró una cajita de hierro. « ¡Ay, ojalá sirva la llave! », pensó, pues seguro que había cosas maravillosas y muy valiosas dentro. Buscó, pero allí no había ojo de la cerra­dura. Al fin, sin embargo, encontró uno pequeñísimo y probó, y la llave entró perfectamente. Así que le dio una vuelta y ahora tenemos que esperar a que abra del todo y entonces veremos lo que hay dentro.

La sombra - Juan Eduardo Zúñiga

Estaba el padre sentado en un sillón próximo al ventanal, y tenía en sus manos un fajo de cartas que según iba leyendo depositaba en la mesa cercana. La puerta de la estancia se abrió y entró el hijo mayor que avanzó hasta situarse delante de él. -Padre -le dijo-, escúchame: no quisiera alterar tu tranquilidad estos meses en que estamos juntos pero me siento obligado a hablarte de algo que me inquieta. Desde hace días, cuando estoy solo, empiezo a notar que hay alguien cerca de mí. Poco a poco gana fuerza esta sensación que no puedo evitar, aunque esté trabajando o ensayando con el violín. Como si una persona hubiera entrado en mi habitación y, en silencio, me mirara. No tengo más remedio que volver la cabeza pero... no hay nadie, nadie está cerca de mí. Sin embargo, lo siento claramente y me asusta. Los ojos del padre se habían ido reduciendo mientras oía aquellas palabras y luego los llevó de la cara del hijo a los bellos dibujos de la alfombra. -No debes preocuparte, hijo -exclamó-....

El sueño de la mosca horripilante

Li Wei soñaba que una mosca horripilante rondaba por su habitación, interrumpiendo inoportunamente una de sus profundas meditaciones. Molesto, comenzó a perseguirla tratando de acallar con un golpe su desagradable zumbido. Portaba en la mano, con tal objetivo, la primera edición de Con la copa de vino en la mano interrogo a la luna , poema épico de su entrañable amigo Li Taibo. Corrió y corrió incansablemente entre el reducido espacio de esas cuatro paredes, sacudiendo sus brazos cual si fuera él mismo una mosca. Dicha empresa le sirvió de poco. La mosca, posada en el marco del retrato de su amada, lo miraba con aburrida indiferencia. Exhausto por la persecución, Li Wei se despertó agitado. Sobre la mesa de luz estaba posado, distraído, el fastidioso insecto. De un viril manotazo, el filósofo acabó con la corta vida de la triste mosca. Li Wei jamás sabrá si mató a una mosca o a uno de sus sueños

El paraíso de los gatos - Émile Zola

Una tía mía me legó un gato de angora que sin duda es el animal más estúpido que conozco. Esto es lo que me contó mi gato una tarde de invierno, al amor de las brasas.  I Tenía yo dos años por entonces, y era el gato más gordo e ingenuo que se viera. A esa tierna edad aún mostraba la presunción de un animal que desdeña las comodidades del hogar. Y sin embargo, ¡cuánto tenía que agradecer a la Providencia que me hubiera acomodado en casa de su tía! La buena mujer me adoraba. En el fondo de un armario yo tenía un verdadero dormitorio, con tres colchas y un cojín de pluma. La comida no le iba a la zaga. Nada de pan ni sopa; solo carne, carne roja de la buena.    Pues bien, en medio de aquellos placeres yo no tenía más que un deseo, un sueño: deslizarme por la ventana entreabierta y escapar por los tejados. Las caricias me parecían insulsas, la blandura de mi cama me producía náuseas, y estaba tan orondo que me asqueaba a mí mismo.  Y me aburría el día entero de ser...